Si tuviera que escoger
una película, un libro o un disco para llevarme a una isla desierta, sé
perfectamente lo que elegiría. Aunque, también es verdad, que para que yo fuera
a un sitio así, tendrían que ofrecerme agua corriente, electricidad y un
servicio de catering en condiciones. Después, me lo pensaría, y si por feliz
casualidad superara el último reparo que es que ir por ir es una tontería, posiblemente acabaría
contestado: “Oye, mejor que se vaya tu
madre y que nos cuente”.
Pero como las hipótesis
las carga el diablo, la película escogida sería El Padrino. Sin ningún género
de duda. Primera parte, por supuesto. La de Marlon Brando, capo di tutti capi. Cada vez que la veo, y que conste que ya la he
visto unas cuantas veces, me gusta como la primera vez. Lo cual me lleva a
concluir, quizá exageradamente, que El Padrino es la película que más me gustó
de todas las que he visto o recuerdo haber visto hasta ahora.
Por parte de libro, el
escogido para ese viaje a ninguna parte sería Cien años de soledad. Esa novela
escrita por Gabriel García Márquez, que compré
y leí en dos días en Vitoria en el año 1979, edición de bolsillo, fue sin
lugar a dudas la que más me impactó de todas cuantas haya leído hasta ahora. Mi
sorpresa fue tan colosal, que todavía a día de hoy mantengo la admiración por
el autor y su obra.
Sin embargo, con el
disco a elegir me surgirían muchas dudas. Podría decantarme entre unos cuantos:
Thick as a Brick, de Jethro Tull; Wish You Were Here, de Pink Floyd; The White
Album, de los Beatles; Horses, de Patti Smith… Y un par de docenas más de
maravillosos LPs. Grandes álbumes, magníficos y novedosos discos en su momento.
Sin embargo, y teniendo en cuenta que en una isla desierta estás solo y aislado, amancebado contigo mismo, no me
llevaría ninguno de los discos anteriormente citados. Elegiría El Patio, de
Triana, ¡esa maravilla! Recordaría otra época, otros tiempos y otras felicidades.
Sin duda. Recordaría cuando queríamos escapar de aquella otra isla desierta que
era España, en aquellos tiempos de Carracuca y de cuando una muchacha me
descubrió el amor escuchando esa extraordinaria canción que es Abre la puerta.
Yo quise subir al cielo para ver
Y bajar hasta el infierno para comprender
Qué motivo es
Que nos impide ver
Dentro de ti
Dentro de ti
Dentro de mí
Abre la puerta niña
Que el día va a comenzar
Se marchan todos los sueños
Que pena da despertar
Por la mañana amanece
La vida y una ilusión
Deseos que se retuercen
Muy dentro del corazón
Soñaba que te quería
Soñaba que era verdad
Que los luceros tenían
Misterio para soñar
Hay una fuente niña
Que la llaman del amor
Donde bailan los luceros
Y la luna con el sol
Abre la puerta niña
Y dale paso a la luz
Mira que destello tiene
Esa nube con el sol
Por la mañana amanece
La vida y una ilusión
Deseos que se retuerce
Muy dentro del corazón
Hay una fuente niña
Que la llaman del amor
Donde bailan los luceros
Y la luna con el sol
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