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domingo, 6 de junio de 2021

Ministerio de la Felicidad.


 

   Creo firmemente que la felicidad no existe, que hay momentos. Sin embargo, como siempre hay gente dispuesta a amargar el mejor de los argumentos, el otro día me enteré que los butaneros tienen un ministro, con su pertinente ministerio, dedicado en exclusiva a la felicidad. Aclaro algo, llamar butaneros a los habitantes de Bután podría ser gracioso si no estuviera mal dicho.  El auténtico gentilicio es butanés-sa. Por tanto, los de Bután son butaneses no butaneros. ¡Lástima, acabó de fastidiar la gracia! Pero sí, en Bután tienen Ministro de la Felicidad. Se llama Dasho Karma Ura, encantado Dasho, tiene 56 años y suele vestir un gho, traje típico de los varones de Bután. Él es el ministro de la felicidad, el encargado de velar por la felicidad de los butaneros. Y para  demostrar al mundo que estamos ante alguien clarividente, el ministro afirma taxativo que “La felicidad está en las cosas pequeñas”.  Fue así como en Bután empezaron a investigar sobre las pequeñas cosas; y después de darle muchas vueltas al asunto, la verdad es que el tema lo merece, llegaron a la conclusión de que “Los gobiernos han de servir  de inspiración para la felicidad de los ciudadanos. Las leyes han de reflejar este propósito”. Así que, ya sabes, si quieres ser feliz, al modo butanero, te vas al Himalaya y te avecindas por allí y, lo que vas a molar en las videollamadas a los colegas.

   Yo pensé seriamente en irme. Ministerio de la Felicidad, contemplación, levitación, relajación. ¡Todo atractivo! Sin embargo, desistí al acordarme de las montañas nevadas. ¿Montañas  nevadas? Parece un mal presagio, la canción, el frío..., mejor me quedo en casa y busco la felicidad en otra parte. Y así lo hice, busqué la felicidad en otra parte. ¡Y la encontré! Encontré una felicidad que encaja mucho mejor en mi forma de ser, en mi forma de pensar, en mi forma de vaguear. Encontré la felicidad en un periódico. Con nombre y apellido. Se llama Salvatore Garau y es mi nuevo ídolo. Un tío de grandísimo mérito. Sí, señor. Salvatore es escultor, se dedica al arte conceptual y por supuesto es italiano. Y la verdad, Italia a mí me gusta mucho y me cae más a mano que Bután, que queda allá por la periferia y hace frío. La comparación no ofrece lugar a duda. Pero si en algo gana, y además por goleada, el espaguetini Salvatore al butanero Dasho es en el tema concepto. Porque, aunque en Bután busquen la felicidad e incluso tengan un ministro encargado del asunto, Salvatore ha conseguido lo que nadie había conseguido hasta ahora, algo imposible: vender una estatua invisible por 15.000 euros.

   Por lo tanto, y tomando ejemplo de mi nuevo ídolo, me propongo revolucionar el mundo literario y escribir la novela invisible. Y, de dinero, ya hablaremos otro día, que ahora estoy ocupado dándole clases particulares al ministro de cómo ser feliz sin tener un pavo. 

   El butanero lo flipa.

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