No hay nada mejor que
levantarse con la satisfacción del deber cumplido. También con sueño, pero que
le vamos a hacer. Sí, porque después de días de intenso estudio, física cuántica,
teorías relativas y aplicaciones disfuncionales de vatios y voltios, descubrí
que la mejor hora para poner la lavadora era entre las 02:30 y las 04:47 horas.
Y claro, aproveché. Puse el horno, me hice unas alitas de pollo, estilo Dani
García, receta que recomiendo muy vivamente, para después, dejándome arrastrar a modo dispendio,
encender todas las luces de la casa, incluida la lámpara estroboscópica del
salón y ponerme a mover el esqueleto del contento. Qué bien lo pasé, tropa. Qué
satisfacción más agradable la del deber cumplido. Escalofriante donde las haya,
sí señor. Levantarte muerto de sueño, y saber que has contribuido en la buena
salud de un oligarca es, cómo lo diría yo… ¿fenomenal? Sí, eso: fantástico.
Saber que gracias a tidi gentes como Felipe González, José Mari Aznar o Ignacio
Galán van a poder seguir poniendo un plato de lentejas en la mesa de su glotona
familia me produce satisfacción. Lo único que no sé, llegado a este punto, es
si ya nací gilipollas o me volví así con el tiempo. No lo tengo claro, así que
a partir de hoy he decidido hacer un curso exprés de patriota. Ya puestos.
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miércoles, 2 de junio de 2021
Atracos, voltios y vatios.
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