Si aprender a vivir con
el despropósito político parece ser la nueva asignatura impuesta por el
panorama político del mundo mundial, nuestros mandamases patrios, expertos en
copiar y pegar con mimetismo exagerado, parecen afanados en elevar el listón
del despropósito y practican la tontería a troche y moche en sus comparecencias.
Y como cada día tiene su
afán no hay día sin tontería ni afán para
tanto ganapán. Así, con la altura de miras de los enanos —y que me disculpen las personas de crecimiento
restringido, que de ellos tampoco fue la culpa— nuestros políticos se retroalimentan
a sí mismos con pienso de improperio.
Mientras tanto,
nosotros asistimos a las “dejadas” que se hacen unos y otros, dándose aire,
alimentado minutos de telediario y ensayando caras de asombro.
“¿Te
has enterado de lo que le dijo Fulanita a Menganito?” “No fastidies, ¿y tú
oíste lo que le contestó Menganito a Zutanito?
Y así todo el día,
creciendo las leguminosas en el bancal. O, por seguir con el símil de las “dejadas”
y del tenis, caer en los llamados errores
no forzados.
Una avalancha de la que
no nos damos librado. ¡Qué peste!
Y lo peor es que son
ellos mismos los que propalan este virus. Virus en el que, al parecer, caen
encantados como buenos/as rabaneros/as ante un insulto.
Así, en medio de
trifulcas de medio pelo que no vienen al caso, andamos los ciudadanos que
vivimos en este país de países: conviviendo o al menos esforzándonos en ello.
Tratando de hacer soportable el día a día, mientras vemos que nuestros
prebostes, cainitas y farragosos ellos, siguen empeñados en sacarse las legañas
los unos a los otros por el absurdo método de meter el dedo en ojo ajeno.
Aunque, ¿por qué no
prueban a meterse el dedito por el culo y a olérselo después? Venga, campeones. Ánimo. Recordad que sois
mortales y que oléis mal, cuándo os daréis cuenta.
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