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lunes, 11 de mayo de 2020

Palabra de Feijóo.


Como no veo programas en los que entrevistan a actores de cine mudo, ni intelectuales, ni empresarios de éxito, ayer me perdí la entrevista que Periodista Évole hizo a Ciudadano Dorado.

Pese a todo, sé lo que dijo el intelectual, empresario y actor de cine mudo que es Dorado: nada.

También estoy informado, porque vi los cebos previos a la entrevista, que Dorado se quejó amargamente de la amistad perdida con su otrora buen amigo Feijóo. No entendía cómo podía ser posible que, habiéndole hecho su propia el desayuno a él y a su novia, después lo negara más veces que San Pedro negó a Jesucristo.

Imagino que despejar el porqué de ese interrogante flotaría en el aire el resto de la entrevista.Y como la mejor manera de encontrar respuesta a una pregunta es empatizar con el personaje, me puse en la piel del que después llegaría a presidente de la tribu de los gallegos, Albertiño Feijóo.

Lleno de repelús, inmediatamente me di cuenta de  lo difícil y duro que fue, para el bueno de  Bertiño, tener que comportarse como un vulgar Judas de la amistad. Porque, si hay una decisión difícil, ésa es tener que elegir entre un amigo y tú carrera política. Y Bertiño, ahora lo sé, no eligió la que quería, que conste, mas le hubiera gustado elegir otra, eligió la que más le convenía, que es bien distinto. Al fin y al cabo, pensó como el gran hombre de Estado que quería ser, “quién soy yo para privar a los gallegos, y tal vez a los españoles, de mi sabiduría, de mi liderazgo y de mi videncia política, ¿quién?”

Así que, no fue por ambición, no, fue por responsabilidad por lo que Alberto Feijóo se sacrificó y traicionó a su amigo Marcial Dorado.

Vamos, hablando en plata, que por él hubieran seguido dándole al “peta” y escuchando el pasodoble de Marcial, eres el más grande. Marcial, eres el mejor… Pero, por Galicia y por España, ¡cualquier cosa, coño! Palabra de líder, te lo dice Feijóo. Con acento en la primera O.

 

 

 

  

 

 

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