Como no veo programas
en los que entrevistan a actores de cine mudo, ni intelectuales, ni empresarios
de éxito, ayer me perdí la entrevista que Periodista Évole hizo a Ciudadano
Dorado.
Pese a todo, sé lo que dijo
el intelectual, empresario y actor de cine mudo que es Dorado: nada.
También estoy
informado, porque vi los cebos previos a la entrevista, que Dorado se quejó
amargamente de la amistad perdida con su otrora buen amigo Feijóo. No entendía
cómo podía ser posible que, habiéndole hecho su propia el desayuno a él y a su
novia, después lo negara más veces que San Pedro negó a Jesucristo.
Imagino que despejar el
porqué de ese interrogante flotaría en el aire el resto de la entrevista.Y como
la mejor manera de encontrar respuesta a una pregunta es empatizar con el
personaje, me puse en la piel del que después llegaría a presidente de la tribu
de los gallegos, Albertiño Feijóo.
Lleno de repelús, inmediatamente
me di cuenta de lo difícil y duro que
fue, para el bueno de Bertiño, tener que
comportarse como un vulgar Judas de la amistad. Porque, si hay una decisión
difícil, ésa es tener que elegir entre un amigo y tú carrera política. Y Bertiño,
ahora lo sé, no eligió la que quería, que conste, mas le hubiera gustado elegir
otra, eligió la que más le convenía, que es bien distinto. Al fin y al cabo,
pensó como el gran hombre de Estado que quería ser, “quién soy yo para privar a
los gallegos, y tal vez a los españoles, de mi sabiduría, de mi liderazgo y de
mi videncia política, ¿quién?”
Así que, no fue por
ambición, no, fue por responsabilidad por lo que Alberto Feijóo se sacrificó y
traicionó a su amigo Marcial Dorado.
Vamos, hablando en
plata, que por él hubieran seguido dándole al “peta” y escuchando el pasodoble de
Marcial, eres el más grande. Marcial, eres el mejor… Pero, por Galicia y por
España, ¡cualquier cosa, coño! Palabra de líder, te lo dice Feijóo. Con acento
en la primera O.
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