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sábado, 24 de noviembre de 2018

De un camarero y de Jorge Valdano


¿Sabés lo que es un etarra? Claro, boludo. Un etarra es un terrorista. ¿Y conocés el chiste que se cuenta en Galicia sobre la diferencia entre etarras y argentinos? El tipo se quedó callado, serio. Aproveché y continué: Sólo hay una diferencia, churro: mientras los etarras todavía tienen seguidores a los argentinos no os aguanta ni dios. Si le llego a dar una hostia no lo dejo más grogui. Pero, el muy chulito, se lo andaba buscando.
La anécdota, absolutamente verídica, sucedió en un pub de Camden Town entre un camarero argentino y un propio. Resulta que el camarero se sobrepasó, se hizo el graciosillo conmigo sin venir a cuento, y que como yo todavía no había tomado mi tercera pinta mañanera, todavía no había alcanzado el karma. Cosas. Después me arrepentí, dicho sea. Eso sí, me arrepentí cuando ya estaba lejos. Concretamente en el pub de enfrente. Argentinos igual a odiosos parece el resultado de una ecuación. Sin embargo, no es así. Y si creéis que a mí me caen mal los argentinos estáis equivocados. Me caen mal los que van de bordes, como iba el camareta de Camdem, y los que se creen con derecho a hacerse los graciosillos y burlarse del acento de los demás. Como decía aquél tipo tan célebre: ¡váyase a la mierda! A lo que añadiría: y ponme la pinta de una puta vez, joder.  
La prueba de que los argentinos no me caen mal es que admiro a los escritores argentinos. En el orden jerárquico, el natural de las cosas, están situados en la cúspide. Borges, Cortázar o el ecléctico Manuel Puig (por ser somero) me han hecho gozar lo indecible. Y la prueba del 9 de que no tengo nada, absolutamente nada, contra ellos es la admiración que profeso por Jorge Valdano, argentino, a quien no admiro por el ejercicio de la que fue su profesión, futbolista, ni por haber ganado un mundial de fútbol en compañía de un tal Maradona, lo admiro por su oficio de escritor. Sus crónicas deportivas, ahora publicadas en El País y antes en Marca, nunca me dejan indiferente. Recomiendo su lectura vivamente. El puñetero es ameno, tiene punch y es certero en el diagnóstico. No os lo vais a creer, pero si digo que desde el mundial de fútbol del 82, el que se celebró en España, en el que Vargas Llosa escribió una serie de artículos sobre fútbol, no había leído nada mejor, no exagero un ápice. Al menos, para mí gusto. Valdano, de fútbol, escribe mejor de lo que jugaba. Porque, de cuando era jugador sólo recuerdo lo piernas que me parecía. Claro que, éste piernas y 9 más, fueron los ayudantes necesarios para que Maradona ganara el mundial que jugaba en casa. ¡Quién me iba a decir a mí que acabaría encontrando una razón para admirar a Valdano, al ex entrenador del Real Madrid, al compatriota del camareta borde de Camdem! Vivir para ver. Enhorabuena, Jorge, te leo por El País.


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