¿Sabés lo que es un etarra? Claro,
boludo. Un etarra es un terrorista. ¿Y conocés el chiste que se cuenta en
Galicia sobre la diferencia entre etarras y argentinos?
El tipo se quedó callado, serio. Aproveché y continué: Sólo hay una diferencia, churro: mientras los etarras todavía tienen
seguidores a los argentinos no os aguanta ni dios. Si le llego a dar una
hostia no lo dejo más grogui. Pero, el muy chulito, se lo andaba buscando.
La
anécdota, absolutamente verídica, sucedió en un pub de Camden Town entre un
camarero argentino y un propio. Resulta que el camarero se sobrepasó, se hizo
el graciosillo conmigo sin venir a cuento, y que como yo todavía no había tomado
mi tercera pinta mañanera, todavía no había alcanzado el karma. Cosas. Después
me arrepentí, dicho sea. Eso sí, me arrepentí cuando ya estaba lejos.
Concretamente en el pub de enfrente. Argentinos igual a odiosos parece el
resultado de una ecuación. Sin embargo, no es así. Y si creéis que a mí me caen
mal los argentinos estáis equivocados. Me caen mal los que van de bordes, como
iba el camareta de Camdem, y los que se creen con derecho a hacerse los
graciosillos y burlarse del acento de los demás. Como decía aquél tipo tan
célebre: ¡váyase a la mierda! A lo que añadiría: y ponme la pinta de una puta vez, joder.
La
prueba de que los argentinos no me caen mal es que admiro a los escritores
argentinos. En el orden jerárquico, el natural de las cosas, están situados en
la cúspide. Borges, Cortázar o el ecléctico Manuel Puig (por ser somero) me han
hecho gozar lo indecible. Y la prueba del 9 de que no tengo nada, absolutamente
nada, contra ellos es la admiración que profeso por Jorge Valdano, argentino, a
quien no admiro por el ejercicio de la que fue su profesión, futbolista, ni por
haber ganado un mundial de fútbol en compañía de un tal Maradona, lo admiro por
su oficio de escritor. Sus crónicas deportivas, ahora publicadas en El País y
antes en Marca, nunca me dejan indiferente. Recomiendo su lectura vivamente. El
puñetero es ameno, tiene punch y es certero en el diagnóstico. No os lo vais a
creer, pero si digo que desde el mundial de fútbol del 82, el que se celebró en
España, en el que Vargas Llosa escribió una serie de artículos sobre fútbol, no
había leído nada mejor, no exagero un ápice. Al menos, para mí gusto. Valdano,
de fútbol, escribe mejor de lo que jugaba. Porque, de cuando era jugador sólo
recuerdo lo piernas que me parecía. Claro que, éste piernas y 9 más, fueron los
ayudantes necesarios para que Maradona ganara el mundial que jugaba en casa. ¡Quién
me iba a decir a mí que acabaría encontrando una razón para admirar a Valdano,
al ex entrenador del Real Madrid, al compatriota del camareta borde de Camdem!
Vivir para ver. Enhorabuena, Jorge, te leo por El País.
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