https://www.youtube.com/watch?v=1lwe8dY-b08
La verdad es que es posible que la mayoría
tenga razón y que yo, uno más de la minoría entre la que habito, no diga más
que tonterías, pero…, lo cierto es que quizás suceda todo lo contrario, y
encima de vivir a contrapié resignándonos a llevar la contraria y haciendo lo
que nos da la gana, los otros deberían de imitar nuestro proceder y, por tanto,
compartir nuestra visión de las cosas.
En todo caso, abrir el foco y observar las
cosas de otro modo es posible e incluso deseable. Entre otras ventajas eliminas
el pensamiento único y te cargas de un plumazo la visión pequeño-burguesa de la
vida a la que somos tan propensos. Te alejas algo de lo políticamente correcto
y, en todos los casos, disfrutas plenamente de la libertad de pensamiento.
Porque, en ocasiones, las cosas no son lo
que parecen ni son cómo nos las venden. Y es que, no son pocos, los ejemplos de
personas que nos ponen como modelo a seguir y a imitar. Ejemplos, incluso los
más obvios, que podrían ser no solo inconvenientes sino también evitables.
Porque vemos, prácticamente a diario, como los prohombres que tendrían que
servir de ejemplo, en la política, en el mundo de la empresa, en el de la
comunicación, en…, cualquier sector, no parecen estar a la altura de las
circunstancias. Encima, el Estado de Derecho, nos alecciona sobre lo que está
bien y sobre lo que está mal. Utiliza para ello a la Ley. Con ella amenaza y
con ella reprime llegado el momento dado. La Ley se encarga de decirnos algo
tan obvio como qué es lo legal y qué es lo ilegal. La Ley existe para que el
ciudadano tenga sensación de seguridad y para que el Estado tenga controlado al
individuo al cien por cien. La Ley, se supone, es igual para todos. Ése, al
menos, debería ser el objetivo y es ahí precisamente donde radica el engaño. La
Ley se convierte en un trampantojo. Tan es así, que la Ley nos dice que las
compañías oligárquicas que hay en este mundo, pongamos las eléctricas, la banca y en general todos esos
sectores que abusan de los ciudadanos con la total connivencia de los Estados,
son un bien preciado y que los ejecutivos que las dirigen sirven como ejemplo
de éxito personal y son dignos de ser imitados. Sin embargo, los componentes de
otro sector empresarial pujante y muy demandado por la sociedad como es el de
las Drogas, son perseguidos, encarcelados y marginados de la sociedad porque
ésta, el Estado, no reconoce la legalidad de éste negocio. Pese al dinero que
mueven, pese a la cantidad de impuestos que el Estado pierde, pese a comerciar
con productos altamente demandados por la sociedad y pese a que se nos dice, y
se nos repite hasta la saciedad, que el ciudadano es libre y goza de libre
albedrío. Pese a todo.
Por todo eso, y por mucho más, los
ciudadanos deberíamos de recapacitar, darnos cuenta de lo que nos conviene y
presentar nuestra exigencias. Dejémonos de tonterías, y déjense de admirar a
gente que no son más que delincuentes de cuello blanco dedicados a “llevárselo”,
y a darnos a cambio el sermón de la montaña. Empecemos a dudar y a ver las
cosas de otra manera. Quizá, y ustedes disculpen la exageración, el empresario
del año debería de ser Sito Miñanco. Al fin y al cabo, Sito sólo es un rapaz de
la ría, más listo y con más huevos que los demás, que ha ganado ingentes
toneladas de billetes sin tener que pagar a Hacienda un solo euro en impuestos.
Lo cual, se mire por donde se mire, es un auténtico derroche y una canallada
por parte del Estado que criminaliza, y no recauda nada de algo que si fuera
legal y estuviera convenientemente reglado daría más beneficios que las
multinacionales españolas con filiales radicadas en paraísos fiscales para
eludir impuestos con el beneplácito del Estado y de los prohombres que nos
dirigen.
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