Disculpad el lenguaje,
pero uno de los mayores hijos de puta de la historia, un tipo sádico y cruel,
causante de uno de los mayores genocidios de la historia, fue Leopoldo II de
Bélgica.
Ése cabrón tan
insigne, dueño en la Costa Azul de la villa más lujosa del mundo en aquellos
momentos, tenía además de a sus tres queridas oficiales, un pigmeo como animal
de compañía al que exhibía con orgullo de feliz propietario a sus visitas.
Pues bien, ahora el
actual rey de Bélgica pide disculpas por el genocidio de su antecesor y
pelillos a la mar.
Y claro, como una cosa
no tiene que ver con la otra, a mi cabeza acudió la imagen de los actuales
reyes de España visitando en Sevilla la famosa barriada de las tres mil viviendas,
también conocida por Villa Olímpica.
El irreal matrimonio se
apeó de su recién estrenado Mercedes, ése que la prensa nos cuenta que costó
más de medio millón de euros, un pelín menos que la luna de miel que
supuestamente pagó emérito y un amigo a pachas, y que en realidad pagamos tú y
yo, nosotros, vosotros y ellos, y se dieron un garbeo guardando las pertinentes
distancias sociales; y así, entre despliegue de fastos, fanfarrias y alharacas saludaron
moviendo sus manitas a los aborígenes allí congregados.
Como se tiene por
natural, los visitados se mostraron encantados con tan irreales visitantes. Aplaudían
los muy pigmeos, y les pedían, imploraban y gritaban, que se acercaran, pero ellos,
nada, a lo suyo. No se acercaron, ni por un momento, no fueran a contaminarse.
Después, como no, volvieron
a subirse al flamante Mercedes, el chófer los llevó a saludar a otras partes, y atrás
dejaron a los pigmeos compuestos y en chándal, sin siquiera medallita olímpica, pero con
la colección de cromos actualizada de tan irreal Casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario