Si por algo destacaba la
serie Juego de Tronos era por sus escenas de sexo, por el desparpajo con el que
los guionistas mataban a los personajes y por la divisa extraoficial de una de
las familias de ringorrango, los Lannister. Aquella que rezaba: “Un Lannister
siempre paga sus deudas”.
Fue un éxito, un
fenómeno sociológico; pero después de una última temporada mediocre y un último
capítulo lamentable, se murió. Pese a todo, no os preocupéis lo adictos, todo llegará, llegará tiempo de secuela, de precuela y madre que los parió.
Pues, oye, qué
casualidad, con los Borbones, otra dinastía feudal que los españoles importaron
en el siglo XVIII de las francias más francesas pasa lo mismo pero al revés.
También hay sexo a mansalva; eso incluye cuernos, amantes e hijos
ilegítimos a tutiplén; también se mueren los personajes, tiros, veneno, de forma accidentalmente accidentada; pero al
contrario que sus homónimos de la ficción, ellos nunca pagan sus deudas. Es más
lo tienen por divisa campechana: “Los Borbones nunca pagamos nuestras deudas,
coño. Se sienten”.
Y hacen bien, porque
según la vigente legislación española, los Borbones no están sometidos a las
leyes terrenales sino a las divinas. De facto pueden hacer lo que les salga de los
cataplines. Tal magnanimidad la consiguieron sin siquiera ser originarios de la
española España.
Por tanto, hay que sufrirlos
de la misma manera que sufrimos a la almorrana llamada Agencia Tributaria, y por mucho que
nos dé dentera verlos restaurados por tercera vez a cuenta de los mismos infames
que después desprecian a los inmigrantes y después los importan como reyes. Y todo gracias al gracioso general ferrolano, al exageradísimo carnicerito.
Pero como el tocino
alimenta más que la velocidad, los socialistas de pesebre que nos gobiernan
muestran su apoyo a gente de ínfulas tan feudales sin siquiera deshojar un solo
pétalo de su capullo. Defienden la institución y a tan ilustres invasores, y convierten al jefe de la tribu en
inviolable. Consienten y amparan que esta monarquía de inmigrantes haga de
atrezo del Estado y okupe la más alta jefatura del Estado. ¡Viva Francia!
A cambio, los Borbones
agradecidos se hacen fotos, balbucean discursos escritos por los amanuenses de
guardia y reparten estampitas a diestro y siniestro entre sus fieles.
Es así, y si no me crees,
te exhorto a que lo compruebes por ti
mismo. Te darás cuenta, a poco que pienses, que esta serie, los Borbones, serie en la que nunca hubo capítulo bueno, ahora es lamentable, anacrónica y cara, propia de esta España de carotas que padecemos.
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