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lunes, 6 de julio de 2020

El rey pasmado.


El otro día me desperté con el antojo de ser rey. Pensé en los cuatro de la baraja, por aquello de inspirarme, y elegí al de copas como modelo de referencia. Al levantarme ya tenía mi nuevo rol interiorizado. Llamé presto al valet para que me ayudara a vestirme y no acudió nadie. Qué mal está el servicio, coño. Contrariado me enfundé en mis reales bermudas, me puse las sandalias, una camiseta y me tiré (así, para empezar) a la calle. Sin desayunar, a lo loco. Localicé el coche, un Seat Gipsy, le puse el banderín de mi Real Casa y arranqué. Cáspita, me dije redicho, hoy toca hacer turismo. Rescaté a Lady Parrochita de su almena de papeles y al grito de vamos por ahí, nos tiramos a la bartola. Pero como la cabra tira el monte, el Seat Gipsy con banderín nos llevó a las Tres Mil Viviendas, un barrio de las afueras. Maldito coche desclasado. Nos bajamos, claro. Saludamos a los aborígenes, así de lejos, para no molestar, nos hicimos unos selfis y nos metimos otra vez al buga. Una vez a bordo le dije a mi reina que  pusiera el aire acondicionado, y lo puso: agitó el abanico. Refrigerado por sus pestañas llegamos al restorán. A 40 grados la cascaban a la sombra. ¡Cojonudo! Una temperatura ideal para zamparse una de callos. Tomamos dos. Una cada uno, en modo dispendio, que para algo somos reyes, recarámbanos. Todavía regurgitando decidimos irnos a dormir la siesta a la sombra de los pinos. Despertamos a las 5 o`clock, sorbimos el té estirando el meñique como marcan los cánones y decidimos ir a una heladería. Lady Parrochita solicitó un tutti frutti y yo pedí un granizado de Octopussy a party. Cuando terminamos, con la miel todavía en los labios, retornamos al Gipsy. Pusimos proa a con la música a otra parte. Dejamos atrás a palmas y palmeros y regresamos a nuestra Real Casa, y creo que fue en ese momento cuando me di cuenta que no estaba preparado para tan alto cargo, que los títulos que me habían regalado no compensaban tamaño esfuerzo y tomé la decisión de hacerme Campechano. Fue por vuestra culpa, por vuestra real culpa. 

Si no me creéis, doy un golpe.

 

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