14 personas confinadas en un puticlub.
¿Sabéis el chiste del
gato?, pues esta historia comenzó igual… Iba yo, una noche en el coche, camino
de Pamplona, cuando de repente el coche empezó a trastabillar. Lo que me
faltaba, un pinchazo. No tuve más que apearme para comprobarlo. Hice lo que
hacen todos los conductores en esos casos, abrí el maletero y busqué el gato
dispuesto a cambiar la rueda. Y, ¡sorpresa!, rueda tenía, pero gato, no.
Pensaba qué hacer, cuando a lo lejos vi una luz. En ese momento recordé el
chiste del gato. Decidí acercarme tomando las debidas precauciones: nada de
hacer como el tío del chiste, nada de ir envenenándome por el camino y nada de
decirle a la persona que me abriera la puerta que se podía meter el gato por el
culo como hacía el del chiste. Tranquilidad. La gente es buena, no hay que
ponerse en lo peor. Mejor evitar disgustos imaginarios. Y fue así, resumiendo,
fue como sucedió la cosa. Os lo prometo por San Pito Pato. De lo único que
podría ser culpable, y para eso a la vejez viruelas, es de querer ir a los encierros o de hacer el viaje con
tanta antelación. Vaya chaladura. Tenéis razón. Pero qué se le va a hacer,
tengo mis antojos. Peores son los de los que andan doblan esquinas o los de los
que se echan pedos en sillas de rejilla y después pasan la tarde adivinando
porqué agujero ha salido el gas. Cada uno tiene sus manías. Además, qué culpa
tengo yo. Fue el destino, no le deis más vueltas. Así que, por favor, no
penséis mal de mí, poneos en mí lugar y no os preguntéis ¿y por qué no llamó a
la grúa?, porque os conozco y sé que sois muy listos y que lo estáis pensando.
No se me ocurrió, ¿vale? Qué más puedo decir en mi descargo. Además, aquella
luz roja me llamaba. No os imagináis con que fuerza lo hacía. Y, sabido es, que
si ves una luz al final del túnel lo mejor es seguirla, ¿o no? Bueno, a mí me
enseñaron que sí. Pero tampoco voy a discutir ocupado como estoy aprendiendo a
hacer bizcochos. Le estoy cogiendo una afición.
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