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domingo, 19 de abril de 2020

De la novela.

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Por mucho que la frase hecha diga lo contrario, a veces lo mejor es retroceder para coger impulso. Así me pasó a mí con la novela en la que estoy trabajando. A finales del año, cuando ya había terminado de escribir el primer capítulo, treinta y pico folios, y releí el conjunto, me di cuenta que el resultado no me convencía. ¡Buf, qué zurullo! La cosa me fastidió. No sabía qué hacer. ¿Enmiendo y aprovecho lo que pueda, tiro para adelante, total, qué más da, o directamente desecho el proyecto, qué hago, hago algo o no hago nada? El abanico de posibilidades eran infinitas. ¿Y cuál escogí entre todas ellas? Ninguna. No hacer nada, a veces, es tan productivo como hacer algo. Pero llegó la pandemia, y con ella más tiempo del habitual en casa, y otra vez empezó el runrún. “Escribe algo, así te entretienes y se te pasan las horas volando”, me decía. Y volví a ponerme a ello. Otra vez. Todas las mañanas un rato. Desde primeros de abril. El mismo fondo, distinta forma. De primera a tercera persona. Otro esquema. Cosas que nos pasan a los guapos ha vuelto a la carretera. Espero que para quedarse. De momento, apenas unos folios me contemplan. Pero estoy contento, satisfecho y lo que es más importante de todo: entretenido. Si a lo anterior le sumáis que tengo perro y que una vecina profetizó que si me afeitara la barba rejuvenecería, ¿50 años?, ya me veo el 27 de abril saliendo de paseo. Exultante, como un niño. Jugando a las canicas y olvidándome de la dichosa novela.  



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