Decía John F. Kennedy: “El éxito tiene muchos padres, pero el
fracaso es huérfano”. Después, el pobre, fue asesinado con gran éxito, y sus paisanos
remataron la película poniéndole su nombre a un aeropuerto.
Años después, los preclaros
hicieron lo mismo aquí, sin asesinato previo, y pusieron el apellido Suárez de
nombre a un aeropuerto.
Teniendo en cuenta
antecedentes tan sesudos, los epidemiólogos y sus primos los virólogos,
ayudados por las cabeceras periodísticas marca Carroña, Chusma y Ponzoña, están
propalando el bulo de que el presidente, víctima de su nombre, Pedro Sánchez
Castejón, aspira en el futuro a apadrinar
un aeropuerto con su nombre.
Y la verdad, no es por
darle agua al enemigo, pero nombre de aeropuerto sí que tiene tan excelentísimo señor
Pero, teniendo en
cuenta que queda feo regalarle algo a un niño y dejar a su hermanito a la luna
de Valencia, lo mejor será tener un detallito con el socio de Sánchez Castejón
en el gobierno, don Pablo Iglesias, y regalarle algo. ¿Qué tal una
rotonda? La que dé acceso al aeropuerto, pongo por ejemplo. Ya la imagino: Rotonda Pablo Iglesias. Veo las pintadas: Rotonda del Coletas.
Pero, qué opináis vosotros de
la cuestión, epidemiólogos todos, másteres por el Harvard de Aravaca y
usufructuarios de chiringuitos patrióticos en general, ¿cómo lo veis?
Aunque, pensándolo bien, mejor lo consulto con Fernando Simón Templar. Alias, El Santo. Prefiero
comprarle a él un coche usado antes que a vosotros una burra vieja, tahúres del
Manzanares de mis dolores.
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