Lo malo de los
eslóganes es que empiezas aceptando uno y acabas aceptándolos todos. Aunque
también es verdad, que si lo que quieres es no pensar, poner un eslogan en tu
vida te puede ayudar.
“Todo por la patria”,
se podría añadir y olé, o lo que viene siendo lo mismo, sacrifícate tú que yo
estoy ocupado. Traducido: ve tú, que a mí me da la risa.
“Todo por la audiencia”,
porque a la audiencia hay que darle lo que demanda, por la regla de tres que
enuncia: todos tenemos opinión, pero no criterio. Y, como es natural con
semejante caldo de cultivo, eclosionan las amebas. Gracias a los patrocinadores
que las loan, las promocionan y ceban la cuenta corriente, para una vez hormonados
y convenientemente tatuados exponerlos en la pecera de las vanidades. Gracias a
tan sesuda jugada, alcanzan cuotas de audiencia inimaginables, y todos felices
y contentos. Se confirma: somos disfuncionales. Tenemos redes sociales, culo y
opinión, pero seguimos sin criterio.
“La unión hace la
fuerza”. Este eslogan, aunque se supone que se entiende se practica poco. Presumimos
de racionales, pero a la hora de la verdad, en vez de juntarnos, defendernos y
atacar a quien nos amenaza, hacemos como los animales: cada uno por su lado y a
lo sumo en bandadas.
Más interiorizado está “Lo
importante es participar”, que se lo digan a los del COI, que son los que
tienen el copyright de la frase convertida en momio. Ellos no tienen que
tatuarse, ni hormonarse, ni salir en ningún programa de Tele Irrealidad para llevárselo
crudo. Y aun así, lo consiguen: consiguen que participan muchos, por no decir
todos.
Los eslóganes son lo de
siempre: que si quieres arroz, Catalina.
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