Lo ha visto todo; las
guerras, y con ellas el miedo, el hambre, la pérdida; y lo ha escuchado todo,
los discursos, los aplausos y los ominosos silencios que deja el dolor. Nada le
ha sido ajeno; y, ahí está, viendo pasar el tiempo, con sus crisis y resurrecciones
y con sus grandes esperanzas. Inasequible al desaliento, como un roble ante su destino. Este italiano, de la Emilia-Romaña, un hombre al que llaman P y vive en
Rímini; ha sido testigo de capicúas sin fin, de los primos, de los pares e
impares. Tiene 101 años, acaba de vencer al coronavirus y si alguien sirve de
ejemplo en el que mirarse sin duda ese es el, deportista de élite en la más
difícil de las especialidades, la vida.
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