https://www.20minutos.es/noticia/3516901/0/abrir-botella-vino-mas-antigua-mundo/?fbclid=IwAR08GFldTjPACboLAN_vPPYpUDUXrdKdYAllv0-QBZ4VVGtJhoTvB-xZcxM
Acabo de recibir un
wasap, aplicación testamentaría, proveniente del año 325 DC, o sea, de hace…, a
ver un momentito que hago la resta…, de hace 1.693 años en la que un noble
romano me dice que me lega todas sus propiedades.
Como es natural, y
estando tieso como suelo, la noticia me alegró mucho. Inmediatamente empecé a
soñar con un gran palacio repleto de mucamas, con una imponente colección de cuadrigas
familiares y aurigas deportivas con las que lucir todavía más el palmito y con
una cuenta corriente repleta
de áureos, denarios y sestercios, y con una buena cantidad dupondios a
modo de calderilla para las propinas.
La verdad, estaba
contento. No todos los días se recibe una herencia.
Y así, contento y
satisfecho, empecé a hacer los trámites para convertirme en un vulgar Creso.
Fue cuando la cosa se complicó, porque primero fue necesario proceder a
inventariar los bienes. El problema era que para hacer tal cosa lo primero que
había que saber era cuáles eran los bienes a inventariar y cuántas las
provincias afectadas. Porque de Roma a Corcubión todo había sido provincia
tiempo ha.
En ese momento, el
leguleyo encargado del mandado descubrió que sumando todos los impuestos
pagados en las sucesivas transmisiones patrimoniales se podía comprar la provincia de Soria entera.
Por supuesto, al
enterarme, arqueé la ceja. Costumbre ésta en la que, por cierto, soy máster del
universo. Tanto que, emitiendo un explícito “pues, a mi plin” demandé otra vez máxima celeridad al leguleyo.
Agobiado, el abogado, que paradójicamente parecía un buen hombre, me advirtió
sentidamente:
“Entre
tanto impuesto y tanta plusvalía, te comunico, amigo testado, que el valor de
lo heredado es igual a cero y que, además, sólo queda una botella con la que
aliviarse de las penas”. Y me enseñó una foto. “Repámpapanos”, exclamé confundido, “la botella de vino más antigua del mundo”,
añadí orgulloso del legado que me había dejado un pretérito bolinga y romano.
Os lo prometo, porque
en ese momento no tenía a nadie al lado, que si llego a tener a mí lado al
duque de Alba, por ejemplo, lo miro con desprecio y con altivez. ¡Gentecilla! Porque,
¡cáspita!, no todo el mundo puede presumir de ser propietario de tamaña mierda.
Eso sí, la botella es tan chula (adjunto foto y enlace para más abundamiento),
con esos delfines y esa masa parduzca de
su interior, Alien masa madre, que decidí renunciar a mi herencia, por aquello
de los impuestos provinciales y demás gravámenes, y que se quedara en el Museo
Histórico del Palatinado de Speyer. Donde está.
Al fin y al cabo,
aquello que no vayas a beber…
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