Suele
ser habitual que cuando llega la Navidad lleguen también los buenos propósitos.
Palabras como paz, felicidad o armonía se convierten de repente en objetivos.
Todo diciembre se vuelve azúcar, buena intención y gasto desmesurado. Ni
siquiera yo, ácrata confeso, corrido y veterano en mil batallas, me libro del
extraño influjo que estas fechas proyectan sobre nuestras vidas. Y si Gregorio
Samsa, el celebérrimo personaje de Kafka, amaneció un día convertido en
insecto, yo, el otro día me desperté derrochón.
Para
celebrar tan buena noticia, la de no haberme despertado insecto, sólo
derrochón, fui a un sitio y compré un periódico. 2,80 euros fue el costo del
derroche sobrevenido. 2,80 euros de El
País, en papel y con una revistita que tiene como columnistas a lo más preciado
de la cuadra. Hacía tanto tiempo que no compraba un “mentireiro” que descubrí
que los de El País habían renovado la colección prêt à porter, artículos y
ripios a domicilio, y que al lado de los fósiles habituales publicaban sus
pamemas los nuevos líquenes de reciente
adquisición.
Me
alegré mucho, la verdad; tanto que pensé que ya que había comprado un
periódico, también podría hacer el esfuerzo de leerlo.
Y
así fue: lo leí.
Tuve
la impresión de que no habían pasado los años, que habían cambiado el nombre de
los articulistas, pero que las babosadas de antes seguían en vigor. Nuevos
nombres al lado de viejas caras escribiendo todos hermosas redacciones. Quedé
patidifuso.
Me
alegré mucho por la vuelta de Manuel Rivas a su periódico de cabecera y del que,
creo, que nunca salió. Bien. Su artículo sobre el fútbol femenino es una “palomita”
a la obviedad. Recuerdo que “palomita” y prescindible pueden ser sinónimos.
Tanto que, si fuera osado, cosa ésta de la que me estoy quitando, le
recomendaría que leyera a Valdano, a Enric González o el fabuloso 19 de diciembre de 1971 de Roberto
Fontanarrosa, y como sé que es un hombre inteligente y extraordinariamente
leído se dará cuenta de que en la diferencia está lo interesante. Pese a todo,
y para que conste, Manuel Rivas destaca.
En
la página anterior, la de Javier Cercas, abusando del desparpajo hace un
análisis en su artículo (determinado donde los haya) del procés y extrae
conclusiones que me dejan perplejo.
Dice
Cercas:
“Claro que hay muchos jóvenes separatistas,
sobre todo en zonas rurales, pero hay muchísimas personas mayores que
enfrentadas a un declive vital desprovisto de alicientes han encontrado en el
separatismo una utopía con que llenar sus últimos años de emociones colectivas
fuertes y sin riesgo”.
No
sé. ¡Viva España, ¿no?! Qué fenómeno; mezcla churras con merinas y encima es
aplaudido. Palabra de Cercas, te alabamos El País. Joder, un día de estos nos
damos un golpe con tanta pluralidad.
Lo
malo es que faltaba la traca. El habitual reincidente, el cascarrabias, reina
en la página final. Hablo de Marías, Javier, quién haciendo gala de su discurso
(ex cátedra habitual) nos ilustra con los palabros que más le alteran. Todo por
la gracia de Marías o porque él es así o porque nació listo o…, por lo que sea.
En todo caso, porque es Marías, escritor, agonías y aspirante a Nobel que te
quiero Nobel, al que publican en El País.
Un hombre, sin duda, merecedor de una docena de Nobeles. Al fin y al cabo, si a
Dylan le dieron uno que a Marías le dieran cuarto y mitad sería un acto de
justicia. En todo caso, si sobra algo siempre se lo pueden devolver al pregonero
de Minnesota.
Menos
mal que, al final, recordé que si había comprado un periódico y gastado 2,80
euros, había sido por un buen motivo: tengo entendido que para limpiar los
cristales no hay nada mejor que las hojas de un periódico. Cierto: la mierda
atrapa mierda.
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