Queridos, queridas:
Tengo el gusto de informaros de que estaba
viendo la televisión, a veces pasa, cuando de repente salió una señorita en
pantalla, por la que no guardo simpatía alguna, y dijo:
“Si os
fijáis en los que, en las redes sociales, nos insultan llamándonos feos, y os
molestáis y entráis en su perfil, os daréis cuenta de que, habitualmente, el que
insulta es más feo que el culo de un mandril”.
Y la verdad, creo que, en este caso, la
energúmena y también insultadora televisiva tenía razón. Quizá por eso, me
pregunté: “¿y dónde cojones está el
mérito de ser guapo o guapa?” Porque, que yo sepa, excepto las personas que
voluntariamente eligen el camino de convertirse en plexiglás, todas las demás
se tiene que conformarse y aguantarse con lo que caiga en suerte.
En todo caso, queridos mandriles, reclamaciones al maestro armero, a las leyes de Mendel, no
confundir con Händel que ese es el de las bodas, o a quién consideréis
pertinente. Pero no insultéis, queda feo.
Además, y por si no todavía no os habéis
dado cuenta, tampoco queda nada bien ir de chachi y no llegar ni a guay. Así
que, no lo hagáis. Pero como vais a seguir haciendo lo que se os ponga en las
gónadas, cosas del famoso libre albedrío de los cojones, que sepáis que a mí
plín y que yo lo único que quería era entretenerme un ratín.
Y ahora, como decía
otra conacha televisiva, colega de la anterior mentada: “hasta luego, guapis. Que os vaya bien.”
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