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jueves, 30 de agosto de 2018

Epístola de San Germán a los Adefesios.


   Queridos, queridas:
   Tengo el gusto de informaros de que estaba viendo la televisión, a veces pasa, cuando de repente salió una señorita en pantalla, por la que no guardo simpatía alguna, y dijo:
   “Si os fijáis en los que, en las redes sociales, nos insultan llamándonos feos, y os molestáis y entráis en su perfil, os daréis cuenta de que, habitualmente, el que insulta es más feo que el culo de un mandril”.
   Y la verdad, creo que, en este caso, la energúmena y también insultadora televisiva tenía razón. Quizá por eso, me pregunté: “¿y dónde cojones está el mérito de ser guapo o guapa?” Porque, que yo sepa, excepto las personas que voluntariamente eligen el camino de convertirse en plexiglás, todas las demás se tiene que conformarse y aguantarse con lo que caiga en suerte.
   En todo caso, queridos mandriles, reclamaciones  al maestro armero, a las leyes de Mendel, no confundir con Händel que ese es el de las bodas, o a quién consideréis pertinente. Pero no insultéis, queda feo.
   Además, y por si no todavía no os habéis dado cuenta, tampoco queda nada bien ir de chachi y no llegar ni a guay. Así que, no lo hagáis. Pero como vais a seguir haciendo lo que se os ponga en las gónadas, cosas del famoso libre albedrío de los cojones, que sepáis que a mí plín y que yo lo único que quería era entretenerme un ratín.
Y ahora, como decía otra conacha televisiva, colega de la anterior mentada: “hasta luego, guapis. Que os vaya bien.”

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