Soy de lecturas y
gustos eclécticos; tanto puedo leer a Borges como a Vargas, el novio de
Preysler, como el prospecto de un medicamento. En principio no me niego a leer
a nadie por el único motivo que no sea de mí cuerda. No tengo cuerda ni bozal.
Además, me perdería muchas cosas, demasiadas, y algunas demasiado buenas.
¿Tendría que renunciar a ver el cine de Clint Eastwood, por ejemplo, porque el
yanqui sea un mamalón, o renunciar a la lectura de Borges porque alguien alguna
vez lo hubiera acusado de facha o no disfrutar con la música de Eric Clapton
por sus malsanas ideas xenófobas? Pues no, va a ser que tampoco. No dejo que la
opinión de los demás deforme la mía, ni que la influya más de lo necesario.
Punto pelota. Al contrario, la discrepancia ajena forma en la misma proporción
que vulgariza el seguidismo ciego. Lo malo es que la mayoría de la gente no es tan ecléctica como yo ni da el beneficio de la
duda de lo que ven, leen, o escuchan. Y me parece malo básicamente por una
razón: la dependencia de la crítica ajena (siempre de los mismos, los de tu
bando), conduce al sectarismo y a atacar la libertad de pensamiento y de acción
a cambio de nada. Calderilla de miserables y pobres de espíritu. En todo caso, el oficio de escritor está muerto.
Pese a honrosas y notables excepciones. ¡Muerto y enterrado! El de cineasta
sobra a tenor de lo visto. Millones y millones gastados, que no invertidos,
para no decir nada o contar lo de
siempre. Tutiplén de músicos haciendo lo de toda la vida y de la misma manera
cambiando el peinado y el ancho de los panalones. Pero el futuro ya está entre
nosotros, ha llegado: el futuro es la
Inteligencia Artificial. Ella será la encargada de escribir el novelón del
siglo, de hacer la película, la serie y la música del futuro. ¿Qué no? Al
tiempo. Por cierto, ¿han visto la última película dirigida por George, al que
apellido Harrison aunque sea Clooney? ¡Qué desperdicio de parné, qué falta de
inteligencia, cuánto fuego fatuo! El futuro se presenta más halagüeño, en el futuro la culpa
será de la Inteligencia Artificial y no
del puñetero George Harrison, digo Clooney.
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