Últimamente empiezo a
ojear El País casi por el final. Dicha patología lleva ocurriéndome por lo
menos tres semanas. Cursa tal que así. Primero la curiosidad, ¿lo habrán vuelto
a hacer? ¿Conocerá ésta gente la vergüenza? Una vez muerto el gato (¿la
curiosidad no mató al gato?), compruebo dos cosas: que lo han vuelto a hacer y
que, efectivamente, son unos desvergonzados; y claro, paso a la segunda cosa
que me ocurre: al estupor; que si no doy crédito, que si hay que ver… O sea,
estupor. Estupor ante lo que me gusta perder el tiempo hablando como si a
alguien le interesara lo que digo, como si fuera yo el que decidiera lo que se
cuelga y lo se deja de colgar en tan afamada plataforma como viene siendo El
País; claro, para cuando llego al final de la diatriba, y ya he aceptado lo
inaceptable y he decido seguir con el ojeo de esa perdiz llamada periódico,
acabo alegrándome por el dicente de tan cacareada frase. Manuel Jabois, culpa
tendrá el pobre rapaz. Me refiero a esa frase que llevan los de su club de fans
colgando desde hace por lo menos tres semanas y que al parecer debió decir el
menda un día que se puso lerenda: “Ante
el folio en blanco encuentro algo parecido a la felicidad”. Reitero del
verbo reiterar, tres semanas de matraca llevan. Colgada tienen la frase cual
jamón fuera. Y hasta ahí voy cada mañana, a verla, en peregrinación. Quiero
asistir al milagro de la curación de la frase-jamón.
Persistí hasta que me
acordé del otro, de su fina ironía y del
humor que se gastaba y de cómo se tomaba la vida y la profesión. Otro paisano
fue aquél y de los grandes además; maestro de muchos y sibarita del todo. Y
disculpé las dos mentiras que obvias son: felicidad
y folio, considerando que andará
promocionando algún quehacer o quizá siendo víctima de sus propios promotores.
Borrón y cuenta nueva, pues; al fin y al cabo, el creador de la mentira bífida,
también fue prologuista de nuestro común paisano y escribiente celebrado en
aquel libro que por ilustrativo título lleva Mis páginas mejores. De Julio Camba hablo; y como entre paisanos
andamos, el bífido elocuente, don Julio y éste humilde servidor, o sea yo,
pelillos sean a la mar.
De todas formas, en
desagravio de parida tan parida y quedando a la espera de remedio que alivie
patología tan pertinaz como es el ojeo de periódico (periódico en gallego se
dice “Mentireiro” según mi antes
estilista, el señor Rumbo), opté por la sonrisa:
“DENTRO
DE TRES MIL seiscientos setenta y siete años, un hombre se dirigirá a los otros
con estas palabras terribles:
—
Señores,
se acabó el carbón.
Y el auditorio,
entonces, se quedará helado” (Julio Camba).
Pues eso, que acabó el
carbón (¡dónde va!) y empezó la promoción.
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