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martes, 25 de agosto de 2020

Bonjour tristesse.

 

Pues nada, que no lo encuentro, y volar no vuela, ni camina, ni piernas o patas tiene; así que, ¿dónde está?, porque en algún lado, obvio es, tiene que estar. Después de un rato, de revolver todo lo que revuelto puede ser, me acordé. De ella, de la que espero que en paz esté, o sea, de la que fue mi suegra, y de que a ella lo mismo le ocurría. Más a menudo, eso sí. Y miré y revolví y encontré, claro es. Allí estaba, dónde no debía, el dichoso cuchillo patatero. Casi al fondo de la bolsa. De la basura hablo, que de mí memoria mejor ni hablar. Y me puse triste. Dos minutos creo que duró el episodio; de la tristeza hablo, por supuesto, que lo del cuchillo algo más sí que duró.

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