Hablo del animal tonto
por antonomasia; del que cuando dice digo dice Diego y tontería a troche y moche, sin descanso, sin
desmayo; del que adorna la muñeca de rojo y gualda y su pechito con
enorme caballito cuando no cocodrilito, del género más cucudrulo, por supuesto; del
que es falso, a toda hora y en todo sitio; del que es bobo incluso de género;
del que no tiene arreglo, mire como se mire, y desciende del mono franquista;
hablo de ese, del que si no es tonto al menos lo parece; del que siente
devoción por sentar un rico a su mesa, por alimentarlo, cuidarlo y engordarlo
como si cerdo fuera cuando cerdo es; del que disculpa al que le roba, traiciona y
huye con el botín; del que no tiene arreglo, de tan disfuncional como demuestra
ser; hablo de esa peste, de esa lacra,
empeñada en retornar a la Edad Media cuando no directamente a la Caverna; hablo
de esos, que cada vez son más y más populosos y populistas; hablo de esos estira
meñiques que olvidaron que ayer eran pobres y hoy se ven ricos; hablo de esos, de los que no son tuertos, aunque lo parezcan.
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