Os lo aseguro, como que si
hay Dios es un cabrón, que si no fuera por esa aversión que tengo a las
multitudes, esta noche iría a ver a Patti Smith. Me gusta su ánimo rocanrolero
e incluso recuerdo uno de sus discos, Horses, como una revelación. Pese a todo,
ni voy a ir, ni me voy a hacer unas pajillas en su honor, ni ninguna mariconada
de esas. Lo que no sé es si ella le seguirá dando tanto al manubrio antes. Lo
digo, más que nada, porque la Patti se convirtió en un icono de mí generación no
solamente por el disco mencionado, sino también por decir que se la cascaba
quince veces al día. Como es natural, ante tamaña revelación los fachas, también
llamados neandertales, de la época la tildaron de guarra, se hartaron a
llamarla fea (algo innegable) y procedieron a crucificarla sumariamente. Mientras
que por la otra banda, los revolucionarios de todo a cien, entre los que me
incluyo, elevamos a Patti Smith a la peana de nuestro santoral preferido y la
escuchábamos con devoción. Y quien me lo iba a decir, casi cincuenta años
después, Patti Smith da un concierto en
La Coru. No sé, creo que si no fuera porque ya vi como el Depor ganaba una liga,
y porque Iggy Pop, otro de su quinta, se sigue tirando por el escenario, y que lo
desaparecen de las pantallas porque un
pipa le está ayudando a levantarse, iría a ver si la gran Patti se hacía unas pajillas esta noche en Riazor.
En todo caso, y como a mí ahora me pasa como al sol: que no salgo de noche, y
como tengo fobia a las aglomeraciones, sólo
me queda por decir: Gracias, Patti por tú música. Y añadir: si tienes tiempo da un toque y nos hacemos unas pajillas. Sin
mariconadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario