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lunes, 19 de agosto de 2019

De Cosas que nos pasan a los guapos.


Todas las cosas tienen su momento adecuado y, como no podía ser de otra manera, escribir está entre ellas. Porque mientras escribir un post es casi inmediato, tratar de pergeñar una novela es mucho más complicado. La prueba la tengo en mí mismo. O lo que es lo mismo, en mi falta de voluntad y en las escasas ganas que tengo de ponerme ahora a escribir un relato largo.
Y es que, obviando el tema de para qué, que eso ni me lo planteo, y teniendo en cuenta que eso que se llama inspiración está muy sobrevalorado, también hay que escoger el tiempo que mejor le va a uno, y a mí el verano no me va bien ocupado como estoy en otros menesteres.
Sin embargo, y en honor a la verdad, he de decir que lo he intentado, pero que no ha salido.
No ha podido ser.
Veréis, he comenzado a escribir Cosas que nos pasan a los guapos siete veces. Cuarenta páginas me contemplan, por lo menos. Y todas ellas han terminado en la basura. No porque no tenga atado el argumento, que lo tengo y está en la cabeza; ni tampoco porque haya arrojado la toalla con esta novela, que tampoco; simplemente, no es el momento.
No sale ni la forma ni el tono ni el tempo. Intento una cosa y sale otra. Y como no quiero ser víctima del dejarse llevar, lo mejor será esperar a la estación adecuada para empezar. Quizá en otoño, quizá en invierno o quizá me acabe pasando como al cura de mi aldea que cuando anunciaba la misa por el alma de algún vecino, y como nunca se acordaba del día, nombraba todos los de la semana. En algún momento de esos será, decía el sacerdote. Ante lo cual, corto y pego y digo lo mismo, sólo me queda esperar y no desesperar.
Pero, lo reconozco, si un defecto me ha acompañado a lo largo de mi vida, éste siempre ha sido el de la vehemencia, el de la impaciencia. Yo soy de esos tipos que lo quiere todo para ayer. Creo que eso se nota en los post que escribo, pero como también sé que soy de los de dejarse llevar, he decidido que Cosas que nos pasan a los guapos tendrá que esperar.  
Al fin y al cabo,  ¿no decían que la paciencia no era la madre de la ciencia?
Pues eso, paciencia. Más adelante ya se verá qué pasa con Cosas que nos pasan a los guapos.
La verdad, tengo curiosidad.
Constato, sin que venga a cuento de nada, que sé de gente que en estando en estos trances tira de margarita como forma de solventar la cuestión. Sí, no, sí, no… Pero que yo no soy de esos. Yo soy más de tirarme de los pelos de los huevos.
En fin, que la cosa queda aplazada no vaya a ser que con tanta tontería tenga que acabar haciéndome las ingles a la brasileña para solventar el desaguisado. Y tampoco es plan.


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