Buscar este blog

domingo, 18 de agosto de 2019

Parará papá, parará Pachín.












                                                Discos escuchados desde el 13 de agosto hasta ahora mismo.
                                          Foto de la pianola


El día que fui capaz de llegar con la punta de los pies a los pedales fui inmensamente feliz. Lo que no sé es si en mi casa lo fueron tanto. Porque ese día fue el comienzo de una obsesión:
La música.
Pero, empecemos por el principio. Y si en el principio era el Verbo, mi Verbo fue la música. La que salía de aquel piano-pianola que había en casa y de los casi cien rollos capaces de obrar el prodigio.
Así, para  ir de Bach a Beethoven, de Stravinski a Rajmáninov o para escuchar aquellos empalagosos valses de Strauss, El Danubio azul, que tanto le gustaban a mi madre, sólo había que pedalear.
Algunos rollos te indicaban el tempo a utilizar. Cuando lo seleccionabas notabas en tus pies como los pedales se endurecían o ablandaban según lo que hubieras elegido.  
Sin duda, aquel piano-pianola fue el primer amor musical de mi vida.
Pero como la ciencia avanza que es una barbaridad, y como el trajín de artilugios es un no parar, el amor que sentía por la música clásica se aparcó el día que una de mis hermanas se compró un tocadiscos.
Ese día se amplió el abanico musical de mi casa.
Entró en nuestra vida el pop, el blues, el soul y el rocanrol,  quiénes junto con Cliff Richard, con Masiel, con Los 3 Sudamericanos y con artistas de ese tenor, pasaron a ser mis nuevos ídolos.
Y así hasta hoy que, después de sobrevivir a artilugios tan diversos, cuando todos sirven para lo mismo, para escuchar música, como tocadiscos, casetes, mp3 o cd`s, sigo gozando de esta dulce condena. Ahora con una ventaja añadida: puedo escuchar lo que quiera cuando quiero.  
En Internet está todo, o casi.
Eso sí, tengo entendido que en la Universidad de Harward le enseñaron a un mono a navegar por Internet y que el simio aprendió a hacerlo con bastante soltura; pero como aunque la mona se vista de seda, mona se queda, al parecer nuestro primo, ante el asombro de los presentes, sólo fue capaz de encontrar reguetón.  
Por tanto, queda confirmado que toda regla tiene su excepción, y que la música no tenía por qué ser una excepción.


No hay comentarios:

Publicar un comentario