Nosotros tuvimos una
buhardilla en el medio de la jungla donde amansábamos la fiera que llevábamos
dentro escuchando música. Era la buhardilla de Jesús, en realidad de sus tías,
y estaba en la plaza de Pontevedra. La desaparecieron poco tiempo después. Allí
nos refugiábamos y allí escuché por primera vez discos maravillosos como el álbum
Horses de Patti Smith. No fue el único; también recuerdo haber escuchado, y no
poco, el primer Tubular Bells. Allí había muchos discos (muchísimos mangados),
mucho oído ansioso y mucha tarde ociosa. No exagero si afirmo que aquellos
fueron tiempos de banda sonora excepcional. Y tampoco exageraría si dijera que los
mejores discos que escuché en mi vida son de aquella época. Elepés antológicos
y tan sobresalientes, que todavía hoy, pasados más de cuarenta años, escucho a
menudo. La buhardilla fue un sitio excepcional para nosotros. Sin duda. No hablábamos
de política, ni de lo que sucedía. Allí íbamos a otra cosa. Bebíamos cerveza (si
había dinero), escuchábamos y hablábamos de música y de chavalas y pasábamos la
tarde. Estábamos tan ocupados pasándolo bien que cuando terminó aquel verano
todos nosotros parecíamos dignos descendientes del conde Drácula. Sin duda,
otra forma de pasarlo bien. Excelso. Me vino a la cabeza todo lo anterior
porque el pasado jueves Patti Smith dio un concierto en la playa de Riazor. A
escasos metros de donde estuvo un día nuestra buhardilla. La auténtica
Buhardilla. Aquella buhardilla que nunca olvidaremos por muchos siglos que
pasen. Porque, nosotros tuvimos una buhardilla… Estaba en el medio de la
jungla.
Pd. Por cierto y sin
que venga a cuento de nada, en estos momentos estoy escuchando un disco que me
parece también excelente: Let it bleed. Rolling Stones. Un grupo que lleva desde
los 80 dando grima.
Vale, la fecha si
queréis la discutimos.
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