Lo confieso, desde el
suceso del otro día, me refiero al incendio de Notre Dame, estoy preocupado. Y
no por lo que se preocupa todo el mundo, por el incendio, por la pérdida de la
cúpula o por la presunta desaparición del trozo de madera de la cruz en la que
Jesús fue crucificado. No, para eso ya
sobran los preocupados. Yo, que soy más humano que mundano, tengo días, soy más
de preocuparme por las personas. Por las gentes, no. Por esos nunca estoy preocupado.
Porque, permitidme que os pregunte: ¿alguien ha mostrado alguna preocupación por
lo que pudo haberle sucedido al bueno de Quasimodo, ese hombre condenado a
tener relaciones con gárgolas? ¿Alguien más? Pues, he ahí el meollo de mis
preocupación. El quid de todas las cuestiones. ¿Dónde vive ahora Quasimodo?
Vale, lo preguntaré de otra forma: ¿Quasimodo sigue viviendo en Notre Dame, sin
techo, con el pelete y con lo que llueve en París de la Francia? ¿Sí? ¿Y los de los Derechos Humanos qué, dónde
están cuando hacen falta? ¿Acaso están en el Mediterráneo? ¿Se habrá ahogado
Quasimodo víctima de tanta manguera y harto de tanto bombero fumador? Por
favor, si alguien sabe algo de Quasimodo que me lo diga. En privado, que estoy
preocupado. Aunque, como ya había dicho
antes que estaba preocupado y como no quiero ser reiterativo, tampoco hace
falta que os recuerde a cada frase que
sigo preocupado. Mucho. Y que además, sufro. Sufro por Quasimodo, sufro por
Notre Dame, sufro por las gárgolas y sufro de mil pares de gónadas, por la
pérdida de auténticas reliquias falsa. Llevo toda la semana
sufriendo un sin parar. Es levantarme, acordarme de lo de París y
empezar a sufrir. ¡Hala, a lo loco! Voy a la médica de cabecera y le digo: doctora, deme algo para el sufrimiento.
Me mira raro y me tranquiliza: estoy moviendo
hilos para ver si te cogen en Conxo. Aclaro, Conxo es un manicomio de por
aquí. Y, por una vez, me alegro. Cáspita—pongo
cáspita porque si pongo joder después se queja una de mis hermanas—, la pulpería Fuentes cae justo enfrente. Qué bien, me voy a poner hasta el
culo. Y me pongo contento, porque yo con buenas palabras, con buenos
alimentos y con tres o cuatro vinos me vengo arriba. Que me pongo contento,
vamos. Y me olvido de las gárgolas, de la cúpula y de las reliquias, pienso en
la felicidad que se me avecina si me
cogen en Conxo y canturreo que le den por
el culo a Quasimodo, a Quasimodo, a Quasimodo y a la selección. Por cierto,
la letra original habla de un tal Dí Stéfano. Uno que creo que jugaba de
gárgola derecha. Por cierto, dicen que era bueno como Quasimodo. Descansen en
paz ambos.
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