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domingo, 28 de abril de 2019

¿Qué fue de Quasimodo?


Lo confieso, desde el suceso del otro día, me refiero al incendio de Notre Dame, estoy preocupado. Y no por lo que se preocupa todo el mundo, por el incendio, por la pérdida de la cúpula o por la presunta desaparición del trozo de madera de la cruz en la que Jesús fue crucificado. No, para  eso ya sobran los preocupados. Yo, que soy más humano que mundano, tengo días, soy más de preocuparme por las personas. Por las gentes, no. Por esos nunca estoy preocupado. Porque, permitidme que os pregunte: ¿alguien ha mostrado alguna preocupación por lo que pudo haberle sucedido al bueno de Quasimodo, ese hombre condenado a tener relaciones con gárgolas? ¿Alguien más? Pues, he ahí el meollo de mis preocupación. El quid de todas las cuestiones. ¿Dónde vive ahora Quasimodo? Vale, lo preguntaré de otra forma: ¿Quasimodo sigue viviendo en Notre Dame, sin techo, con el pelete y con lo que llueve en París de la Francia?  ¿Sí? ¿Y los de los Derechos Humanos qué, dónde están cuando hacen falta? ¿Acaso están en el Mediterráneo? ¿Se habrá ahogado Quasimodo víctima de tanta manguera y harto de tanto bombero fumador? Por favor, si alguien sabe algo de Quasimodo que me lo diga. En privado, que estoy preocupado. Aunque, como ya  había dicho antes que estaba preocupado y como no quiero ser reiterativo, tampoco hace falta que os  recuerde a cada frase que sigo preocupado. Mucho. Y que además, sufro. Sufro por Quasimodo, sufro por Notre Dame, sufro por las gárgolas y sufro de mil pares de gónadas, por la pérdida de auténticas reliquias falsa. Llevo toda  la semana  sufriendo un sin parar. Es levantarme, acordarme de lo de París y empezar a sufrir. ¡Hala, a lo loco! Voy a la médica de cabecera y le digo: doctora, deme algo para el sufrimiento. Me mira raro y me tranquiliza: estoy moviendo hilos para ver si te cogen en Conxo. Aclaro, Conxo es un manicomio de por aquí. Y, por una vez, me alegro. Cáspita—pongo cáspita porque si pongo joder después se queja una de mis hermanas—, la pulpería Fuentes cae justo  enfrente. Qué bien, me voy a poner hasta el culo. Y me pongo contento, porque yo con buenas palabras, con buenos alimentos y con tres o cuatro vinos me vengo arriba. Que me pongo contento, vamos. Y me olvido de las gárgolas, de la cúpula y de las reliquias, pienso en la felicidad que se me avecina  si me cogen en Conxo y canturreo que le den por el culo a Quasimodo, a Quasimodo, a Quasimodo y a la selección. Por cierto, la letra original habla de un tal Dí Stéfano. Uno que creo que jugaba de gárgola derecha. Por cierto, dicen que era bueno como Quasimodo. Descansen en paz ambos.

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