Unos amigos se marchan
hoy a Egipto. Por supuesto, aproveché y le mandé recuerdos para Ramses II. Mi
faraón ídolo. Tuvo 152 hijos, ganó batallas en las que ni siquiera estuvo
presente, se proclamó hijo de dios (de aquellos fangos estos lodos) y construyó
templos, algunos de ellos afanándoselos a papá, a lo largo y ancho de toda la
ribera del Nilo, de norte a sur, acabando en Nubia con el maravilloso Abu
Simbel, sitio en el que ordenó construir otro para su esposa.
Los jeroglíficos que
adornan alguno de esos templos están dedicados a darle loa, boato, a contar lo
grande que era su figura y a ensalzarle como guerrero.
Estoy empezando a poder
descifrar jeroglíficos; no es tan difícil como pueda parecer, por lo de pronto
ya tengo en mente el alfabeto que se identifica ideográficamente y a cada letra
le corresponde un signo. Después hay asociaciones y la cosa se complica;
incluso he leído alguna teoría, más bien absurda, que dice que Champollion sólo
dio una versión aproximada de la interpretación, pero que el asunto no está
cerrado. Todo el avance, o casi todo, que se produjo en el redescubrimiento de
Egipto, como civilización antigua, se lo debemos a Napoleón, que por allí
anduvo, en campaña contra los mamelucos, a los que venció, por número, por
artillería y porque si a esas dos cosas, determinantes, le unimos su estrategia
militar, la cosa no podía rematar de otra manera.
La batalla que
determinó el curso de la guerra se produjo en Giza, muy cerca de las pirámides.
Cuando el general francés llegó hasta ese lugar, las pirámides existían
prácticamente cubiertas de arena, y de la esfinge sólo se veía la cabeza. Los
soldados del pichicorto general se dedicaron a practicar la puntería en aquella
testa que emergía de la arena y la llenaron de balazos que dejaron su cara
llena del acné que deja la metralla. Dicen que, una vez desenterradas las
pirámides, Napoleón tuvo el antojo de pasar una noche en el interior de la más
grande, la de Keops. Cuenta la crónica, que al día siguiente salió lívido y
demudado y que jamás a nadie dijo a nadie lo que estando en ese útero había
experimentado. Sin embargo, cualquiera que se haya internado en ese averno sabe
cuál es la explicación: la falta de oxígeno es asfixiante, mareante. Experiencia
propia, bajé un 24 de diciembre, a primera hora de la mañana, y me costaba
respirar. Imagínense pernoctar allí. Que yo sepa en el interior de Keops,
aparte de Napoleón, han pasado noche Julio César y Alejandro Magno. Tres
emperadores, tres grandes guerreros. Hay más, supongo, aunque lo desconozco;
incluso de los dos últimos mencionados no hay más referencia que la tradición oral.
O sea, que a lo mejor sí o a lo peor tampoco. No sé lo que ellos pudieron
sentir, no sé lo que siente cada quien cuando baja, pero desde luego para mí
fue una experiencia inolvidable. Si tienen claustrofobia ni lo intenten, y si
se quedan sin entrada, en Keops sólo
venden 50 al día, siempre pueden intentar sobornar a algún vigilante. A
nosotros nos funcionó. La gente es muy venal y por 50 € entramos ocho, creo
recordar. Regateen, en Egipto está considerado deporte nacional, y tengan
paciencia, que ellos no tienen ninguna prisa y ustedes están de vacaciones. No
lo olviden.
Pero si lo que quieren
es visitar a Ramses II tienen que ir a Londres. Está en el Museo Británico. Allí
lo tienen expuesto como si souvenir fuera. Es un tipo alto, dotado de tocha
prominente y con una muerte del loro digna de mascarón de proa. Gasta pelillo
estilo beatle, por aquello de donde fueres haz lo que vieres, y a él se le aproximan
algunas mujeres deseosas de quedar encinta por el sistema paranormal No sé,
pero para mí que el sistema inventado por los ingleses no es tan efectivo como
el de las famosas nueve olas de la playa de la Lanzada en Pontevedra, pero
vayan ustedes a saber.
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