Buscar este blog

sábado, 21 de noviembre de 2020

Cosas que me importan una mierda.

 

Ocurrió hace mil años, cuando todavía yo era joven. Una mañana, al subirme al autobús de la empresa para ir al aeropuerto de Barajas, donde trabajaba en aquella época, alguien me dijo ¿sabes qué ha ocurrido?, y sin necesidad de contestar yo nada el inquisidor o inquisidora, que no recuerdo el género, se contestó a  sí misma, o mismamente: “ha muerto Paquirri”.

Os lo prometo, la gente que iba en el autobús parecía en shock.

La cosa no era para menos. Todos guardamos fechas o recuerdos que marcaron época; y, sin lugar a dudas, el accidente laboral del torero marcó la suya y de paso la nuestra.

Pese a tamaña trascendencia, ni sé, ni recuerdo, el día ni el año en el que  murió el torero. Y, sin embargo, de la de Franco, otro celebérrimo matador, pero este su pueblo, guardo memoria exacta de año, de día, si me apuran incluso de hora: las vacaciones que nos dieron para celebrarlo las recuerdo antología del desparrame.  

Sin embargo, para dejar claro que todavía hay clases y óbitos, y que no es lo mismo la muerte de un torero que la de un matador, cuando palmó Paquirri no nos dieron vacaciones.

Y claro, no es lo mismo.

Para compensar el ninguneo, las revistas editadas en papel cuché, unidas a la caterva catódica del colorín, se hicieron custodias de ambos temas. Y llevadas del subidón que proporcionan las buenas ventas, nos informan a todas horas de las cosas que les ocurren a herederos transportados en helicóptero, a la folclórica viuda  y a sus niños cromañones.

En fin, que no me libro. Estoy sentenciado a morirme escuchando historias para no dormir.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario