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sábado, 28 de noviembre de 2020

Se murió Maradona.

 

Se murió Maradona, ¡vaya por Dios! (descanse en paz), y sabéis qué, que a mí me importa un huevo. Exactamente, la yema del contrario que me importan las historias para no dormir de la Pantoja, las de Paquirrín y las del dios que los fundó a todos. Soy un descreído, lo sé, un ateo de los medios. Soy un tipo que no necesita dioses, amos o reyes, tampoco ídolos de hojalata para proceder en genuflexiones,  un tipo que prefiere disfrutar de la inopia. Tengo un cuaderno invisible que me libra de esos tormentos. Al igual que lo tiene todo el mundo, pero el mío es mucho más corto. Pues, en él mío figuran todos aquellos que, siendo importantes para el mundo, a mí importan un bledo. En mí cuaderno no se rinde pleitesía a ninguna de las tontunadas de las que la prensa felona parece estar cautiva. Esa prensa, que en vez de informar impone cátedra y misoginia de baratillo a sus lectores. Siempre a favor del amo, el que paga manda, del poder que emana del Ibex 35 y del que desprende el Boletín Oficial del Estado, auténtica crónica de vilipendios. Además, por si no fuera suficiente tamaño descreimiento, estoy escribiendo una novela. Otra más, la tercera, tal vez postrera. Aunque, nunca se sepa lo que depara el tiempo. En ello ando, avanzando que no es poco y distraído de lo lindo. Ya tengo título, después de darle mil vueltas, está por fin bien definido, y ahora estoy procediendo a la migración de datos lentamente. De cabeza a  portátil. La novedad es que no voy dan tumbos como en otras ocasiones, la recompensa es que me lo estoy pasando francamente bien, aun siga sin gustarme la palabra franco que suena a vade retro. Voy lento, pero seguro, que se dice. Al ralentí, al tran-tran, como quieran, despacito voy, y no sé cuándo acabaré ni siquiera si lo haré. No corre prisa, no tengo que devolver anticipos a nadie ni debo nada, al menos, eso creo; y pienso que a los veinte habituales que me leen no les importará mucho que acabe antes, después o incluso nunca. Además, se murió Maradona, un señor con iglesia propia, pero si, pese a todo, andan ustedes necesitados de capillitas o de disfrutar de más distracciones, siempre pueden sintonizar Tele Pantoja y hacerse adictos de tan folclóricos culebrones. En todo caso, recuerden los más viciosos que siempre pueden recurrir a la novela madre de todas las nivolas. Esa que escriben a diario, para todos nosotros, los amanuenses del Estado y que lleva por ilustrativo título: Boletín Oficial del Estado. En ella, escrita en jerga desatada, verán componendas sin igual y reparto de dineros tutiplén. Así que, olvídense de Maradonas, y de tram- Pantojas y sus chuminos, que lo del B.O.E sí que es un auténtico novelón, y por si fuera poco de tamaño de mayor cuantía es el novelón.

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