Se murió Maradona,
¡vaya por Dios! (descanse en paz), y sabéis qué, que a mí me importa un huevo.
Exactamente, la yema del contrario que me importan las historias para no dormir
de la Pantoja, las de Paquirrín y las del dios que los fundó a todos. Soy un
descreído, lo sé, un ateo de los medios. Soy un tipo que no necesita dioses,
amos o reyes, tampoco ídolos de hojalata para proceder en genuflexiones, un tipo que
prefiere disfrutar de la inopia. Tengo un cuaderno invisible que me libra de esos tormentos.
Al igual que lo tiene todo el mundo, pero el mío es mucho más corto. Pues, en
él mío figuran todos aquellos que, siendo importantes para el mundo, a mí
importan un bledo. En mí cuaderno no se rinde pleitesía a ninguna de las tontunadas
de las que la prensa felona parece estar cautiva. Esa prensa, que en vez de
informar impone cátedra y misoginia de baratillo a sus lectores. Siempre a favor
del amo, el que paga manda, del poder que emana del Ibex 35 y del que desprende
el Boletín Oficial del Estado, auténtica crónica de vilipendios. Además, por si
no fuera suficiente tamaño descreimiento, estoy escribiendo una novela. Otra
más, la tercera, tal vez postrera. Aunque, nunca se sepa lo que depara el
tiempo. En ello ando, avanzando que no es poco y distraído de lo lindo. Ya tengo
título, después de darle mil vueltas, está por fin bien definido, y ahora estoy
procediendo a la migración de datos lentamente. De cabeza a portátil. La novedad es que no voy dan tumbos
como en otras ocasiones, la recompensa es que me lo estoy pasando francamente
bien, aun siga sin gustarme la palabra franco que suena a vade retro. Voy
lento, pero seguro, que se dice. Al ralentí, al tran-tran, como quieran,
despacito voy, y no sé cuándo acabaré ni siquiera si lo haré. No corre prisa,
no tengo que devolver anticipos a nadie ni debo nada, al menos, eso creo; y
pienso que a los veinte habituales que me leen no les importará mucho que acabe
antes, después o incluso nunca. Además, se murió Maradona, un señor con iglesia
propia, pero si, pese a todo, andan ustedes necesitados de capillitas o de
disfrutar de más distracciones, siempre pueden sintonizar Tele Pantoja y
hacerse adictos de tan folclóricos culebrones. En todo caso, recuerden los más
viciosos que siempre pueden recurrir a la novela madre de todas las nivolas. Esa que escriben a diario, para
todos nosotros, los amanuenses del Estado y que lleva por ilustrativo título:
Boletín Oficial del Estado. En ella, escrita en jerga desatada, verán
componendas sin igual y reparto de dineros tutiplén. Así que, olvídense de
Maradonas, y de tram- Pantojas y sus chuminos, que lo del B.O.E sí que es un
auténtico novelón, y por si fuera poco de tamaño de mayor cuantía es el novelón.
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