El auge y caída en desgracia del Emérito debería obligar a
pensar en el papelón de los gobiernos (pretéritos, presentes y futuros) en el
asunto y poner en solfa la labor de los profesionales del periodismo sobre este
asunto. Porque, sin esas connivencias las cosas no podrían haber sido nunca
como fueron.
Imaginemos por un
momento, que Hitler o Mussolini hubieran restaurado la monarquía en sus países
y que, después de muertos estos dictadores, los reyes de péplum puestos por
ellos hubieran seguido ocupando la más alta magistratura del Estado.
¿Qué pensaríamos, qué opinaríamos?
¿Tendríamos el cuajo de dar marchamo de democracia a estos países?
Pues en España sí. Y
para ello, primero se enarboló la Transición como modelo único a seguir,
después se continuó dando por buena la coyuntura, obviando referéndums, no fuera a ser qué, y por último,
don Emérito contó con la connivencia de gobiernos y de nuestra paniaguada prensa siempre presta a elevar a
rancios personajes a los altares por mucho que huelan a naftalina.
Y, claro, el monarca
sabiéndose inviolable y con su efigie usada para imprimir billetes, se
confundió y pensó que si el campo español era orégano borbónico, quedarse con
unos cuantos miles de millones de euros era de obligado cumplimiento, un
deber de patriota ineludible. Al fin y al cabo, el patriotismo empieza por uno
mismo y al patriota se le juzga teniendo en cuenta lo abultada que tenga la
cartera.
Lo malo es que, décadas
de latrocinios después, los ciudadanos de a
pie nos enteramos gracias a la delación de sus encubridores de las
mangancias del personaje y poniendo algunos el grito en el cielo, las
autoridades fluctúan entre hacer la vista gorda o seguir engordando de mierda
los bajos las alfombras reales, y no se le denuncia ni se le requiere de nada.
Al contrario. Prefieren seguir haciéndole favorcillos al felón e incluso la
Agencia Tributaria, Tribunal de Inquisición para tantos, le da árnica y le deja
regular lo que le da la gana cuando a él le da su real gana. Y claro, el huido
ex Jefe de Estado aprovecha la ocasión y perpetra la jugada. Carambola a tres bandas. Lo hace desde de Abu Dabi y no
en pliego de descargo desde la cárcel, donde debiera estar. Para colmo de demócratas,
nuestros inefables magistrados en uso y abuso de sus kafkianas decisiones,
envían a la cárcel a un rapero por cantar las mangancias de personaje tan
emérito. Y es que, alguien tiene que pagar tanto abuso, tanta desfachatez,
tanto delito. Así que, leña al mono que es rapero y pasaba por allí.
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