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lunes, 1 de julio de 2019

El kayak que no tenía nombre

Todas las cosas tienen nombre propio y aquellas que no lo tuvieren quedarían condenadas a ser llamadas por su genérico.
Así sucedía hasta ahora con nuestro kayak. Lo llamábamos Kayak. Sin embargo, el sábado nuestro kayak fue bautizado de forma interpuesta.
Creo que conviene explicación.
El sábado empezó indeciso. ¿Qué hacemos, vamos aquí, vamos allá, vamos a…? A quién no le ha pasado. Pues eso. Optamos por explorar. Localización de exteriores, que dicen los de las películas. Nos pusimos en marcha y llegamos casi a mediodía a Alto do Xestoso. De ahí pusimos rumbo al lugar de Rebordochao. Por el camino paramos, un momento, para preguntar si íbamos bien (Google Maps a veces…) a un pastor que  descansaba al lado de sus ovejas. Aprovechamos para estirar las piernas, bajamos y le preguntamos por un sitio dónde comer. Mantuvimos una conversación con él plagada de “retranca” y de ingenio que nos hizo reír y que nos alegró la mañana. Según el flemático pastor había un sitio en las inmediaciones al que había que ir de pajarita, o camisa blanca, en el que daban muy buenas “larpeiradas”. Todo esto con sonrisa irónica y cómplice a más no poder. Después había otro, al parecer más de su gusto, en el que hacían el bacalao y el churrasco con mucho sentimiento. Por supuesto, acabamos yendo al de mucho sentimiento. Sin duda, una garantía. ¡Acertamos! Pero, primero fuimos a Rebordochao a ver cómo era el tema.
En el lugar de Rebordochao sólo viven ellos: Pili, Manecho y sus dos hijas. Irene, una pizpireta y guapa niña de ocho años y otra de quince que no llegamos a ver. Para llegar al río Eume hay que bajar por sus tierras. Ellos, que se dedican a la agricultura, han conseguido después de lidiar  con los millones de papeles que la burocracia exige, tener siete kayak que alquilan por 10 euros al día. Para llegar a la orilla del río hay que bajar un par de kilómetros en coche, después seguir andando hasta llegar a una improvisada bajada que hace de pantalán. No sé cómo es el Paraíso, nunca he estado allí, pero os aseguro que si nos regimos por las ideas preconcebidas que todos tenemos en la cabeza, ésta debe ser su  antesala. Después  del percance habitual, culada y numerito para subirme al kayak, pusimos proa hacia una catarata de la que nos habían hablado. A “fervenza” da mexada da vella (la  catarata de la meada de la vieja). En un momento dado que mi compañera, “a miña compañeira”, se puso a hacer fotos y vídeos, quedé solo remando y empecé a hacer eses con la embarcación. Hay que disculparme, todavía  estoy en Pipiolos 1en las cuestiones de remo. Gracias a eso, y quizá por aquello de hacer bueno que no hay mal que por bien no venga, lo que esperaba a tener nombre, nuestro kayak, al fin alcanzó a tener nombre propio:
El Piripi.
Gracias, río Eume, y gracia a Pili y Manecho por su amabilidad.
Sin dúbida, xente que se viste polo pés.

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