Todos los que
conducimos sabemos que las carreteras son el hábitat natural del hijo puta común.
Hablo de los/as cabrones, chungos, descerebrados. De los que se creen Fernando
Alonso, de los que no ponen los intermitentes y de todos los que piensan que en
la carretera sólo están ellos. Hablo de esos, de esas.
Contra ese tipo de
gentuza la única arma que tenemos es la DGT. Dirección General de Tráfico. Sus
patrulleros garantizan el tráfico, su sola presencia vuelve timorato al más
chinorro de los conductores y su reconocida capacidad para multar es
ampliamente reconocida.
Sin embargo, los mandos
que los dirigen, esos que los políticos nombran a dedo, empeñados en conseguir
grandes objetivos —que no haya mortalidad, que
no…— se olvidan de que a los grande objetivos sólo se accede si antes se
alcanzan primero los pequeños. Y es que, empezar la casa por el tejado no suele
acabar dando buen resultado. De tal forma que, siendo loable desear que haya
cero muertos en carretera, también sería conveniente empezar por el principio y
tratar de hacer las cosas bien.
Y en el principio, está
el uso de los intermitentes. Algo que, por cierto, todos los coches traen y
que, por lo que se ve, la inmensa mayoría de conductores parece desconocer. Lo
podéis comprobar por vosotros mismos. Es fácil: os ponéis en una rotonda y
contar cuántos coches ponen el intermitente para salir de ella. ¿El 20%? En
fin, creo que hoy me he levantado generoso.
Por culpa de esa gente,
que es mayoría, el tráfico es menos fluido, más peligroso y se producen más
accidentes. Eso por no hablar de que, también por culpa de ellos, además de
conductor tienes que ser vidente y
adivinar qué va a hacer el que va delante u obligar a frenar al que viene de frente
para ver por dónde sale el o la menda que ya está en la rontonda.
Lo malo de todo esto es
que esa peste de conductores, insolidarios, gárrulos y los de la teoría de primero
mi culo y después mi culo, son mayoría y que ese comportamiento inadecuado y
peligroso no está multado, ni siquiera perseguido por la DGT.
Así que, si ya te
quedas asombrado con la cantidad de peña
que circula estirando meñique sobre chatarra de marca o de todo a cien—que
viene siendo lo mismo— sin molestarse siquiera poner nunca los intermitentes,
más pasmado te quedas con la indolencia de la DGT ante este tema.
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