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jueves, 25 de julio de 2019

Pandemia de gilipollas


El idiota común, también conocido por tonto, lelo, deficiente, morón, corto, bobo, simple, alelado o retrasado, ha evolucionado y ha incorporado palabras como youtuber, influencer o gamer al catálogo habitual de sinónimos. Con una diferencia: el nuevo idiota tiene seguidores. Por increíble que parezca. Y no pocos, algunos acumulan millones. Les llaman followers. Traducido al castellano, follower significa imbécil. O si lo preferís, ignorante, estúpido, ballesta, terco o rudo. Vamos, lo que se conoce como imbécil común de toda la vida. El vulgar y corriente Ese que, aun no siendo ninguna novedad, ahora visualizamos mejor gracias a las redes sociales.
En realidad, si tuviera que hablar con propiedad, tendría que reseñar que el nuevo idiota es en realidad, y en muchos casos, la forma que adoptan los ninis actuales (Nini, acrónimo del inglés Neet). Y como a algunos no les va bien, sino de maravilla, y ganan el parné cosa fina, al imbécil común no le queda más remedio que tirarse a la bartola (metafóricamente, aclaro) y hacerse follower de algún idiota si quiere estar a la moda.
El efecto mimético en la gente es un fenómeno que debería estudiarse más en profundidad.
Mientras tanto, y para mayor gloria de su mother bitch (copio lenguaje de los influencers que no dominan ningún idioma exceptuando el spanglish que no lo es), vemos como los esfuerzos de youtubers , de influencers y de gamers en general son recompensados.
No es para menos. Tened en cuenta que conseguir la atención de tantos followers requiere una dedicación rayana en la entrega más absoluta, en la obsesión. Y como esta tropa es proclive a la línea de pensamiento “por mi hija mato” (dixit: ameba del pueblo), practican deportes de riesgo como puede ser selfi de azotea o el baño en balsa tóxica, para acabar muertos, o lo que es peor: descalabrados y ocupando cama en algún hospital público.
Y, la verdad, no sé. No sé si los que sufren accidentes provocados por su arrogancia y por su estupidez deberían tener derecho a disponer de tales atenciones.
La verdad, si me pongo en influencer, o sea idiota como ellos, diría que no; pero como después reparo en que si la vida del escarabajo pelotudo es objeto de interés, también esta pandilla de idiotas y la recua de imbéciles a los que llaman followers, también merecen disfrutar de la misma protección de la que goza todo el mundo.
Aunque, también es verdad que no deberíamos proteger a esta especie al no estar en peligro de extinción. Ya que, la familia de influencers, youtubers y gamers es igual de numerosa que la de los ácaros. Y al igual que las carrachas mencionadas, están por todos partes.

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