El idiota común, también
conocido por tonto, lelo, deficiente, morón, corto, bobo, simple, alelado o
retrasado, ha evolucionado y ha incorporado palabras como youtuber, influencer
o gamer al catálogo habitual de sinónimos. Con una diferencia: el nuevo idiota
tiene seguidores. Por increíble que parezca. Y no pocos, algunos acumulan
millones. Les llaman followers. Traducido al castellano, follower significa
imbécil. O si lo preferís, ignorante, estúpido, ballesta, terco o rudo. Vamos,
lo que se conoce como imbécil común de toda la vida. El vulgar y corriente Ese
que, aun no siendo ninguna novedad, ahora visualizamos mejor gracias a las
redes sociales.
En realidad, si tuviera
que hablar con propiedad, tendría que reseñar que el nuevo idiota es en realidad,
y en muchos casos, la forma que adoptan los ninis actuales (Nini, acrónimo
del inglés Neet). Y como a algunos no les va bien, sino de maravilla, y ganan
el parné cosa fina, al imbécil común no le queda más remedio que tirarse a
la bartola (metafóricamente, aclaro) y hacerse follower de algún idiota si
quiere estar a la moda.
El efecto mimético en
la gente es un fenómeno que debería estudiarse más en profundidad.
Mientras tanto, y para
mayor gloria de su mother bitch (copio lenguaje de los influencers que no
dominan ningún idioma exceptuando el spanglish que no lo es), vemos como los esfuerzos de
youtubers , de influencers y de gamers en general son recompensados.
No es para menos. Tened
en cuenta que conseguir la atención de tantos followers requiere una dedicación
rayana en la entrega más absoluta, en la obsesión. Y como esta tropa es
proclive a la línea de pensamiento “por
mi hija mato” (dixit: ameba del pueblo), practican deportes de riesgo como
puede ser selfi de azotea o el baño en balsa tóxica, para acabar muertos, o lo que
es peor: descalabrados y ocupando cama en algún hospital público.
Y, la verdad, no sé. No
sé si los que sufren accidentes provocados por su arrogancia y por su estupidez
deberían tener derecho a disponer de tales atenciones.
La verdad, si me pongo
en influencer, o sea idiota como ellos, diría que no; pero como después reparo
en que si la vida del escarabajo pelotudo es objeto de interés, también esta
pandilla de idiotas y la recua de imbéciles a los que llaman followers, también
merecen disfrutar de la misma protección de la que goza todo el mundo.
Aunque, también es
verdad que no deberíamos proteger a esta especie al no estar en peligro de
extinción. Ya que, la familia de influencers, youtubers y gamers es igual de
numerosa que la de los ácaros. Y al igual que las carrachas mencionadas, están por todos
partes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario