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domingo, 24 de enero de 2021

No siento España.

 

Debo ser  un tipo raro, no siento España por mucho que me persigne y rece un padrenuestro todas las mañanas al salir de casa. Para mí que debo ser víctima de alguna paradoja o de mi educación. También me declaro ateo, antes decía agnóstico. Mi conversión al ateísmo se produjo la mañana que visité Auschwitz y caí en la cuenta que, si Dios existía prefería no conocerlo. Sin embargo, por lo que veo, los que declaran ser “normales” sienten España, aun rezando igual que yo; aunque, al contrario que yo y la mayoría,  después se pasan el día a Dios rogando y con el mazo dando. Así que mejor, no. Que el mal lo hagan esos, los iluminados que sienten cosas. El resto, los demás, deberíamos preocuparnos y ocuparnos de esos anormales que presumen de normales, de ponerles coto y vereda y mandarlos a clase de parvulitos a aprender a razonar. A ver si encuentro la lámpara de Aladino y les hago  gozar con mis deseos. Lo que no sé es si tendría suficiente solamente con tres con la cantidad de bacalao que en España hay para cortar.  

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