Debo ser un tipo raro, no siento España por mucho que
me persigne y rece un padrenuestro todas las mañanas al salir de casa. Para mí que
debo ser víctima de alguna paradoja o de mi educación. También me declaro ateo,
antes decía agnóstico. Mi conversión al ateísmo se produjo la mañana que visité
Auschwitz y caí en la cuenta que, si Dios existía prefería no conocerlo. Sin
embargo, por lo que veo, los que declaran ser “normales” sienten España, aun rezando igual que yo; aunque, al
contrario que yo y la mayoría, después
se pasan el día a Dios rogando y con el mazo dando. Así que mejor, no. Que el mal
lo hagan esos, los iluminados que sienten cosas. El resto, los demás, deberíamos
preocuparnos y ocuparnos de esos anormales que presumen de normales, de
ponerles coto y vereda y mandarlos a clase de parvulitos a aprender a razonar.
A ver si encuentro la lámpara de Aladino y les hago gozar con mis deseos. Lo que no sé es si tendría
suficiente solamente con tres con la cantidad de bacalao que en España hay para
cortar.
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