Pues la verdad, yo
creía que Bergoglio había sido jugador del Milán de la época de Maldini,
Pasolini y Fellini, pero resulta que no. Es más, si tuviera que jurar en vano,
diría que había sido un gran regateador. ¡Qué fintas! Pero, no, repito: estaba
equivocado. Mi memoria falla miserablemente. Bergoglio, es un argentino
recauchutado en italiano, un actor de encíclicas, sicoanalista y pastor. Quizá
de ahí mi equivocación. Tanto oficio me distrae. Y si el pobre no tuviera
suficiente con tanto trabajo, ahora resulta que Bergoglio también se ha metido
a cantante. Esperemos, pues, verlo en el próximo festival de Eurovisión
deleitándonos unos sentidos latinajos en compañía de un coro de sores
matrimoniadas con el mismísimo Dios. ¡Qué bien se casan las feas! Y, la verdad,
yo me siento decepcionado. Primero El Vaticano me estafa afanándome el limbo,
después ficha a un actor argentino para el papel de Papa de Roma y después en
vez de escribir encíclicas, como cualquier
buen Papa que se precie, se dedica a dar el cante a base de
declaraciones. Creerme, si no fuera porque acabo de publicar El caso Abelenda
me pondría manos a la obra y escribiría El extraño caso del señor Bergoglio.
Jekyll y Hyde a su lado de mierda no pasaba. Va a ser que tampoco. Todavía
estoy tratando de entender sus palabras, y haciendo segundas y terceras interpretaciones
de su última y enigmática frase. Porque, cuando Bergoglio dice: “Todo feminismo acaba siendo un machismo con
falda”, ¿qué quiere decir? ¿Querrá decir que él es mujer? Porque él es
usuario habitual de falda, que yo sepa.
Traje largo, por tanto de noche y encima blanco. Un contrasentido de elegancia
para los puristas, si bien se mira. Causa suficiente para que ningún club del
mundo lo admitiera entre sus miembros. Sin embargo, el pluriempleado Bergoglio
goza de gran predicamento entre los enganchados a la religión, esos que ven en
sus palabras al oráculo de Dios en la tierra. Es más, se sabe que habla ex
cátedra, que es una cosa que queda muy bien y que además es irrebatible por la
gracia del Señor. Así, que si razones tiene la Santa Madre Iglesia para ser
como es, razón tendrá Bergoglio para ser
rebelde y voceras a la vez. No se hable más. Hay que comprenderlo: cambiar de
club siempre requiere un tiempo de adaptación. Lo dicen 9 de cada diez
futbolistas. Consulte su prospecto. Son tantos los esfuerzos que los afectados
tienen que asimilar, cambio de nombre
incluido, que no es lo mismo ser futbolista, llamarte Bergoglio y jugar en
tercera regional, que de repente ser Papa de Roma, llamarte Francisco y reinar
allende esas canchas repletas de crucifijos. Es más, tanto cambio ha debido
provocarle diarrea al pobre Bergoglio. Porque, o es eso o se ha tomado una
sobredosis de laxantes. A saber.
Sea como fuere, oremos por
su alma.
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