Si fuera católico, que
lo soy, aunque para el caso como si hubiera apostatado, pondría el grito en el
cielo (nunca mejor dicho) y denunciaría al Papa Emérito I por estafa. Estoy
seguro que Dios me comprendería y que incluso me daría la razón. Segurísimo.
Aclaro algo a ignorantes, descreídos y gentes de mal proceder, Papa Emérito I
no es una figura retórica, al contrario, es una figura concreta, que fue
conocida por el nombre artístico de Benedicto XVI. Penedicto XVI según la
chusma que trabaja en el chiste fácil. Pues bien, Joseph Aloisius Ratzinger,
bávaro y cardenal, cuando ascendió al papado una de las primeras cosas que hizo
fue publicar una encíclica. Y hasta ahí bien. Es lo que hacen todos, un clásico
y por tanto disculpable. Máxime si tenemos en cuenta que la Encíclica es un
género literario muy demandado entre adictos a los cilicios. Esa droga. El
problema fue que, a mayor ocurrencia, y como el argumento se le resistía, tiró
por la calle del medio y dejó volar su imaginación. Así, después de ingentes sustantivos y de usar los adjetivos
como sicotrópicos, rompió aguas y alumbró la encíclica madre de todas las
encíclicas. La que lo cambió todo y la que motivó la intercesión de mi demanda
ante el Altísimo. Josepn Aloisius, alias Penedicto XVI, ex artillero y todavía
bávaro, eliminó el LIMBO. De un golpe. Con premeditación, alevosía y sin escalo
porque el chorbo ya no andaba para trotes. Lo eliminó de un plumazo. Sin
siquiera reparar en las consecuencias. Millones de almas quedaron desubicadas
en tierra de nadie. Hasta entonces había cuatro destinos para los creyentes:
Cielo, infierno, purgatorio y limbo. Ahora, sólo tres. ¡No hay derecho ¿Y qué
hicieron los católicos, salieron a la calle, enarbolaron pancartas, protestaron,
qué hicieron? Silencio. Nadie protestó.
No hay derecho. Me siento estafado. Resulta que llevo toda la vida viviendo en
el Limbo y que ahora viene un emérito y
me dice que no existe. ¡Será cabrito! Perdón, estoy muy arrepentido. Cabrito no
es la palabra adecuada al caso. Procedamos en contundencia: ¡Castrón, cabrón,
draculón! Devuélveme el Limbo y quédate con todo lo demás. Incluido el rosario
de mi madre.
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