Buscar este blog

jueves, 14 de febrero de 2019

Confidencias entre artistas del alambre.


Cuando un conocido tuvo a bien contarme su experiencia en el fabuloso mundo de la autoedición lo escuché con atención.
Decía que, en compañía de otra persona, de un músico ruso, había auto-publicado una canción y que, para su sorpresa, después de un par  de meses a la venta, sólo habían vendido dos unidades.
Imaginé, y se lo dije, que los compradores habían sido él y el ruso. Sonrió y contestó que, efectivamente: así había sido. Pero, su queja no era esa. Su queja era por el desprecio que él creía haber sufrido por parte de sus conocidos, de sus amigos y de sus familiares. El público natural y objetivo de los productos editados de tal forma.
Después de unos breves instantes, decidí consolarlo. Para ello le confesé que yo también había pasado por ese trance y que también me había ofuscado e incluso regodeado con ese tipo de pensamientos. Se mostró sorprendido. No sabía que yo escribiese y aún menos que tuviese tres libros publicados. Entonces, fue a lo práctico.
¿Y tú, cuántos libros vendiste?” “Pocos”, contesté. “Del primero 44, del segundo 20 o 21 y del tercero Dios dirá, pero no serán muchos, cotizo a la baja en la bolsa de nuevos valores”.
Evidentemente, y si atendiera a las frías estadísticas, sería urgente para mí hacer dos cosas: Dedicarme a otros quehaceres y aceptar que ni conocidos ni amigos ni familiares están para que les dé la lata ni tampoco para que les dé un pingüe sablazo. Están para otra cosa, aunque uno no sepa cuál sea esa otra cosa. Quizá para lo suyo. De todas formas, comprendí a mi conocido e hice votos para que aceptara que, si bien algunos hechos pueden parecer frustrantes lo inteligente es no sacar los pies de tiesto. En definitiva, acepar que lo que es importante para uno no tiene que serlo para los demás. Y que conste que en ningún momento he hablado de calidad del producto, que esa sería otra cuestión. El tema es más simple. El tema es que sin promoción, marketing y publicidad es prácticamente imposible posicionar un producto en el mercado. No tienes visibilidad, nadie te conoce, por tanto ¿cómo va a comprar la gente tú producto?  Y, aunque es cierto que hay casos excepcionales y personas que a base de construir tupidas redes de contactos en redes sociales, dedicando a ello tiempo, paciencia y todo tipo de recursos, consiguen vender unos cuantos cientos e incluso algunos miles de unidades de su producto, también es cierto que estos casos son habas contadas y que la mayoría de los artistas amateurs deben aceptar el hecho que nos ocupa y lidiar con la frustración que esto les pueda producir. Y en esto es en donde yo soy un auténtico fenómeno. Disculpen la sobrada. Debo ser uno de los pocos amateur, entre esta plaga de artistas que nos asola, al que las ventas le importan un huevo y la yema del otro. Así que, sin que sirva de precedente, pido comprensión ante mi chulería: no me he pasado la vida vendiendo mierda en bote para ahora pelotearme con gente que no es de mi interés a través de redes sociales y mandangas de ese tipo. En todo caso, que lo hagan los demás. Yo prefiero estar ocupado en vez de preocupado. Basta con acordarse de algo bien sencillo y que acota muy bien la cuestión: no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo. No hay color.
Por cierto, escuché la canción compuesta por mi conocido y el desconocido ruso y sí, efectivamente, cada vez está más cerca la Fiesta del Cocido de Lalín.

No hay comentarios:

Publicar un comentario