Parece increíble que pese al acceso que tenemos a la educación y a las supuestas bondades
de la globalización, cada vez más ciudadanos opten por perpetuar su ignorancia
y acentuar su integrismo.
Pero es cierto.
Las personas que
confunden opinión con sentencia cada vez son más. Los hechos, los resultando y
los considerando, les son indiferentes a la hora de emitir opinión, que
sentencia apresurada es. No se confundan. El insulto es algo propio de fascistas, de integristas, de retrógrados
de toda laya y condición. De gentes convencidas que “su” verdad es la verdad y que
no admiten argumentación contraria a sus intereses. Hablar con este tipo de
gente, lo que se dice tratar de razonar, es tarea estéril. Baladí siempre. Ganas
de perder el tiempo.
Viene todo lo anterior
a cuenta de la muerte de Samuel, el chico al que mataron el otro día en A
Coruña de forma vil y rastrera unos cobardes mal nacidos, y de algún comentario que leí en la red y que
me asustó por la vomitivo, mendaz y torticero de la interpretación de los hechos que
en él se hacía.
Copio y pego:
“Se tanto abonda..., deixar de meter
musulmans no noso país...remataremos como Samuel e as mulleres peor cas
cabras....ignorantes!!!”
Eso no es libertad de expresión, eso es odio. Y según quién fuere el interprete, delito.
No hay más.
Una persona capaz de escribir esa barbaridad, a las pocas horas del asesinato, cuando todavía no había detenidos, es una persona que confunde opinión con sentencia. Integrista, cobarde y racista.
Hay una gran proliferación de hienas de dos patas. Mirad el censo. Hay datos.
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