A mí, que alguien
fabrique algo en un país asiático, pagando jornales asiáticos, y por 20 céntimos
la unidad y que después venda en algún país occidental, la misma unidad
(pongamos una camiseta), por 20 euros, me parece un robo. ¡Un robo y una
tomadura de pelo! Por mucho que
semejantes robos estén aceptados, sea legales y demás mandangas, es un robo.
Mire como se mire.
También es un despropósito propio de sociedades
consumistas, autocomplacientes e idiotizadas hasta el paroxismo.
Si a lo anterior,
además, le añadimos el “peloteo” descarado y la complacencia que algunos
artistas muestran ante semejantes prohombres, a los que borrarlos de la faz de
la tierra sería mucho más útil, quizá nos daríamos cuenta que estamos ante un
problema de imposible resolución.
Y eso es lo que ha
pasado estos días en los que unos roqueros gallegos compusieron una cancioncita
dedicada con todo mimo a Amancio Ortega. Con todo el papo y armados de
guitarras, loan su legendaria riqueza conseguida a costa de deslocalizar la
fabricación de sus productos, de dejar en la ruina e hipotecados a cientos de
talleres locales, y fortuna conseguida, en todo caso, a base de vender por muchísimo lo que
cuesta poquísimo fabricar.
¡Loor para Amancio y muerte para el rocanrol!
Desde que los Rollings
hicieran aquella campaña de Luis Vuitton, el sueño revolucionario que aportaba aquella música tocó a su fin. Se acabó el sexo, se acabaron las drogas y
murió el rocanrol por tantísima repetición. Su lugar fue ocupado por esa desfachatez llamada mercado.
Lo que no sé, a lo
mejor ni han reparado en ello, es por qué estos músicos no fueron
directamente al meollo de la cuestión y no lamieron, todos al unísono, el
escroto del anciano Amancio con ocasión de tan augusto cumpleaños. Ya puestos. Porque, avisados los imagino de que,
don Amancio, también tiene escroto. Así que, ya sabéis pelotillas, al temita y con fruición. Por la sombra, y que el babeo os dé réditos y plusvalías.
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