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miércoles, 24 de marzo de 2021

Rociíto, el ex-picoleto y la niña.


Bueno, pues vale. Vaya por delante que a mí el fulano tampoco me caía bien. Es más, si por casualidad encendía la tele y me encontraba a esa garrapata perorando sus miserias, apagaba la tele antes de que el asco acabara derivando en náusea. Sin embargo, la gente disfruta juzgando estos espectáculos esperpénticos. Precipitadamente quizás, sin pruebas suficientes siempre. Y es que, pese a las grandes equivocaciones, acuérdense de Dolores Vázquez, la falsa asesina de Rocío Wanninkhof y su paso por la cárcel, no aprendemos: la gente seguirá haciendo uso de su libre albedrío y dándole a la lareta, porque como decía el fachorro y gran cineasta Clint Eastwood: “las opiniones son como el culo, todo el mundo tiene”. Y claro, así nos va. Los mismos periodistas que antes la acusaban de mala madre basándose en simples sospechas o presunciones, ahora mudan apresuradamente de opinión. Las ratas ya se sabe. Sea como fuere, tenga razón quién la tenga, lo importante no es la verdad, lo importante es opinar y poder tirar piedras. Quizá precitadamente. Siempre en aras de la demagogia. Ese mal tan extendido, que lo abarca todo, y única cosa en la que están de acuerdo políticos, ciudadanos y tertulietas al mejor postor. Incluso los hay, las hay, que van más allá y practican el dictamen apresurado. “El problema de la Justicia en España es que la inmensa mayoría de los jueces son hombres”, asegura la directora de un periódico con gran precipitación. Y tampoco es verdad. En España hay 5.419 jueces. 2.923 mujeres y 2.496 varones. O sea, otra opinión basada en la famosa base de datos NPI (Ni Puta Idea). Aunque, esas cifras sean otro error y esté equivocada, pues, en España, por lo que se ve, hay casi 50 millones de jueces. Por cierto, “la niña”, hablo de la hija del ex picoleto y de la hija de la más grande, ya tiene 24 añitos de niña y a su escaso currículum en materia de estudios, se le suman varias condenas por maltrato en el cuerpo de su madre. En fin, estamos ante un espectáculo bochornoso. Otro más, ¿y cuántos van? Y así hasta el verano.

 

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