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martes, 13 de julio de 2021

Tomaduras de pelo.


 

Informa La Coz de Galicia, periódico de rancio abolengo, en referencia al prometido descuento en el peaje de la AP-9 que “el viaje de vuelta tendrá que llegar al punto de partida para resultar gratis”, y según acabé de leer tan augusta noticia exclamé ¡albricias!

La cosa podía ser peor. Podían pedirnos, que digo pedirnos, ¡exigirnos!, que los usuarios hiciéramos una parte del trayecto andando, a la pata coja o leyendo una novela de Marcial Lafuente Estefanía; pero, no, no hicieron nada de eso. Prefirieron vendernos el hecho como la consecución de un gran logro.

Ganan los muñidores, ganan los otorgadores y perdemos los usuarios. Porque la cosa, han de saber, no saldrá gratis. ¡Qué va!: el Gobierno dará a los modernos asaltadores de caminos 2.300 millones de euros. ¿Y de dónde sacará el dinero el Gobierno? De nuestros bolsillos, claro. Así que, seguiremos pagando.

Éxitos así no se ven todos los días.

El proceder me recordó los tejemanejes empleados por Emérito como comisionista en la venta de armas, actividad en la que utilizaba un ardid parecido:

Una empresa participada por Emérito compra toneladas de armas y hace un contrato con un país (africano) a quien se las vende con el Estado español como avalista. Emérito se lleva una comisión sideral; y cuando al país comprador le llega la hora de pagar se niega a hacerlo arguyendo que no tiene dinero y España, en su calidad de avalista, se tiene que hacer cargo del pufo.

Acongojante, ¿verdad?  Real como la vida misma. Y no hay nadie en la cárcel, ni se espera que lo haya. 

¿Recuerdan aquello que decía Castelao? “Mexan por nós e din que chove”. Pues eso, que chove de carallo.

domingo, 11 de julio de 2021

Murciar es lo propio de los murcios.


 

“Ni gitanos ni murcianos ni gente de mal vivir quiero en mis ejércitos” (Carlos III).

Según la RAE el término murcio quiere decir ladrón o ratero, y según tengo entendido en España hay murcios empeñados en murciar lo que pueden.

Es de imaginar que en Murcia no tendrán mucho aprecio por  Carlos III, y es de suponer que al ínclito Carlos, que III fue, se la traerá al pairo allá donde reposen sus nobles huesos.

Sin embargo, en Murcia adoran a los murcios. Los quieren tanto que los han puesto en la peana del Gobierno. Los murcios, agradecidos ellos, les corresponden haciendo las cosas que se supone hacen los murcios. Eso sí, con desparpajo, bien vestiditos con sus corbatitas o su canesús, con sus sonrisas almibaradas y traicioneras.

Vean si no y contraríenme si no llevo la razón.

Teodoro García Egea, murcio nacido en Murcia.

Este prohombre, 2º in péctore en ese partido de batracios llamado PP, llamó al colega López Miras, Presidente de los murcianos, y solicitó sus servicios de buen murcio. Quería, el tal García Egea, que le adelantasen a un familiar en la lista de espera para operarse. Lo consiguió. Se supo que las gestiones de López Miras tuvieron éxito cuando envió un wasap a Egea en el que le decía: “está hecho, tronco”

(Lo de tronco, aclaro, lo añado yo). 

Bien, ¿no? Es un claro ejemplo de lo ejemplar murcios que son este par de murcianos.

Pero, la cosa no acaba ahí. Hay más.

Sí, también está el caso de María Isabel Campuzano, ¿les suena? A mí tampoco. Pues bien, la señora mentada ha sido nombrada recientemente Consejera de Educación de Murcia y para celebrar tan magno acontecimiento su partido, Vox, la expulsó de sus filas. La acusaron de no sé qué, acusación gravísima en Fachaland, y la echaron con cajas destempladas. Pero la señora no es célebre por su expulsión de la ciénaga subvencionada. No. Es celebérrima por la ortografía tan exageradamente creativa que exhibió a propósito de una redacción y en las que las faltas ortográficas fueron tan colosales como murcios son los señoritos que tiene por jefes. Lean. No darán crédito.

Y ahí siguen todos, murcios y murcianos, mirando con envidia a ese prohombre de la política, actor de entremeses, el desgraciado no llega ni a primer plato, y recientemente nombrado adalid del español, que no castellano, en ese poblachón de la Mancha llamado Madrid; hablo del inefable Toni Cantó, que no es de Murcia, es valenciano, aunque murcio sea. Murcio e ignorante de ortografía no en vano se la pasa por el orto.

Es el cargo, amigos.

 

 

viernes, 9 de julio de 2021

Estadísticas.

 



Puede ser un acercamiento a la verdad, puede ser la verdad y puede ser una verdad falsa. También puede servir para algo o para nada, ofrecer consuelo o dar desconsuelo. En todo caso, sirva para lo que sirva, a mí me gustan las estadísticas. Sobre todo las que no  sirven para nada. Las que recogen datos, los contraponen con otros, hacen proyecciones y obtienen resultados. Me gustan. A veces incluso aciertan, la aproximación ya se  vende como un éxito. Pero, de los fallos, mejor ni hablar. Es la estadística, amigos, que diría el otro. La asignatura más difícil del grado de Sociología. No es una ciencia exacta, pero es efectiva. Sirve de cajón de sastre. Para predecir tendencias, para saber lo que preocupa a la ciudadanía o para decirte cuál es la esperanza de vida que tienes si vives en no sé dónde. Admite la mentira como animal de compañía, juega con ella, la domestica y con un simple más menos de error la neutraliza. Así queda reflejado. Lo que no se contempla es que todo pudiera ser un error. Eso no, ni de broma. Admitir eso podría desbaratar el negocio. El business, amigo. Y no conviene. No conviene acabar con el negosi ni con las expectativas que semejante trato otorga. Al contrario, hay que poner en valor la estadística y considerarla como un pequeño paso para el hombre; un gran salto para la humanidad. Cualitativo, ¡quién lo duda! La estadística  ha sustituido a la videncia. El cientifismo se impone a la  ignorancia. Ya no hace falta suponer nada, lo sabemos todo. Pese a tan apabullante evidencia, no son pocos los que siguen prefiriendo el método ignorancia como animal de compañía frente a la sociología de los sociólogos. Esa gente, de nombres diversos, son todos empecinados negacionistas. Y si algo los caracteriza, es el atentado permanente a la razón  y la negación a ultranza de lo más obvio. Sin embargo, gracias a las bondades de la estadística, sabemos el censo exacto de personas, que gentes son, que hay en este país: 3.656.979.  Son de naturaleza semoviente, pero al contrario que sus congéneres las vacas, sus flatulencias son dañinas y potencialmente muy peligrosas.

miércoles, 7 de julio de 2021

Cobardes, delincuentes y fascistas.


 

Parece increíble que pese al acceso que tenemos a la educación y a las supuestas bondades de la globalización, cada vez más ciudadanos opten por perpetuar su ignorancia y acentuar su integrismo.

Pero es cierto.

Las personas que confunden opinión con sentencia cada vez son más. Los hechos, los resultando y los considerando, les son indiferentes a la hora de emitir opinión, que sentencia apresurada es. No se confundan. El insulto es algo propio de fascistas, de integristas, de retrógrados de toda laya y condición. De gentes convencidas que “su” verdad es la verdad y que no admiten argumentación contraria a sus intereses. Hablar con este tipo de gente, lo que se dice tratar de razonar, es tarea estéril. Baladí siempre. Ganas de perder el tiempo.

Viene todo lo anterior a cuenta de la muerte de Samuel, el chico al que mataron el otro día en A Coruña de forma vil y rastrera unos cobardes mal nacidos, y de algún comentario que leí en la red y que me asustó por la vomitivo, mendaz y torticero de la interpretación de los hechos que en él se hacía.

Copio y pego:

Se tanto abonda..., deixar de meter musulmans no noso país...remataremos como Samuel e as mulleres peor cas cabras....ignorantes!!!

Eso no es libertad de expresión, eso es odio. Y según quién fuere el interprete, delito.

No hay más. 

Una persona capaz de escribir esa barbaridad, a las pocas horas del asesinato, cuando todavía no había detenidos, es una persona que confunde opinión con sentencia. Integrista, cobarde y racista. 

Hay una gran proliferación de hienas de dos patas.  Mirad el censo. Hay datos.