Jesucristo Superstar
(ópera), los Rolling`s, Amy Winehouse, Aretha, Bee Gees, Canned Heat, Carole
King, Cream, la Credence, Crosby…, Bowie, los Deep Purple, la ELO, Clapton,
Fleetwood Mac, Zappa, Grand Funk, Joplin, el fenómeno Jef Beck, Jethro,
Crimson, los Zepelines, Reed&Velvet, el gran Otis, los Pink, Queen,
Rainbow, Sam&Dave, Santana, Slade, T. Rex, Beach Boys, Eagles, Hollies,
Kinks, Mamas&The Papas, los Wilburys, Traffic y el increíble Wilson Pickett,
y, por supuesto, todo lo de los Beatles. ¿Y me preguntas que por qué camino?
Pues, camino para oír música. Creía que había quedado claro. Más concretamente,
para escuchar a esos artistas y alguno más que todavía no me he bajado. De
todos ellos tengo, en el celular, algún Lp. De todos, excepto de los Beatles,
que de esos mendas lo tengo todo. Salgo de casa, pongo el mancontro en aleatorio y caminante no hay camino, se hace camino al
andar. Y así hora y media, cuando menos. Siempre cuando hace sol y no aprieta
la caló. En todo caso, los días que no llueve —últimamente casi todos—. En otro
mundo, repensando la nueva novela, Cosas
que nos pasan a los guapos* (*copyright), y tomando decisiones, por esos
caminos, acerca del proceso a seguir. ¿En primera o en tercera persona, para el
pueblo que usaré de escenario pongo el nombre real o uno inventado, nombre de
los ríos, de las montañas, de los secundarios, parentescos, edades, cuáles son
los apellidos cordobeses más comunes, qué estudios, y dónde los cursa un
aspirante a oficial de la Guardia Civil…? Y así hasta el infinito o, lo que es
casi lo mismo, hasta el final. Primero hay que tomar decisiones y después
elegir estilos, formas, adjetivos, adverbios, y sustantivos que se adecúen a
los intereses de cada momento. O, al menos, intentarlo. Y eso que parece tan
complicado, y que posiblemente lo sea, yo lo vivo con la misma intensidad que
aquel que se interna por un sendero machete en ristre expectante, con
precaución, pero disfrutando de la aventura. Estando en ese estado las horas se
me vuelven imprecisas y las extremidades se me abotargan. Y para remediar eso,
ando. Y, aprovechado como soy, escucho música. Esa música que me da vidilla
para andar, que anima y que acelera. Tan es así, que si me dieran a elegir
entre música o literatura como motivo único para mis distracciones, creo que
elegiría la pintura. Y es que, creo que no imagino cosa que podría ser más de
mi gusto que pintar una novela y que se escuchara música. Eso o quizás llegar a
casa y poner la 5ª sinfonía de Mahler, celebérrima porque la utilizó Visconti
en su famosísima película Muerte en Venecia, y emocionarte cuando llega el
último movimiento, el adagietto. Una obra maestra.
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domingo, 31 de marzo de 2019
sábado, 23 de marzo de 2019
Cosas que se dan por supuesto...
… y que son una
auténtica gilipollez. Uf, disculpad la expresión: ¡gilipollez! Porque
gilipollez viene de gilipollas y tampoco conviene generalizar. Al menos, en
este caso. Maticemos, y para que comprendáis. Si tonto es el que dice
tonterías, gilipollas es el que dice gilipolleces. Así que, declinar conmigo el
presente indicativo del verbo gilipollear: yo gilipollas, tú gilipollas, él
gilipollas… ¿Lo vais cogiendo? Pues, empecemos por el principio, y en el
principio no está el Verbo; qué va; en el principio están los que enseñan, y
están por aquella regla que dice: el que sabe sabe, y el que no, enseña. Pues
dicen esos, los que no son Verbo ni intentándolo, los mismos que tienen a bien
gastarse los dineros en perpetrar estadísticas chorras, que los finlandeses son
los ciudadanos más felices que hay sobre
la tierra. Sííí…, como lo oís. ¿Cómo se os queda el cuerpo? Claro, a lo
mejor pensabais que éramos nosotros los felices, con nuestras hipotecas, nuestros
fines de semana y nuestros coches. Pues, no. Son ellos, los fineses. Y es la
segunda vez, además, que nos dicen tal
cosa. Repiten, por tanto, en felicidad por segundo año consecutivo. Llegado a este
punto, y sabiendo que no soy yo de tirar la piedra y esconder la mano, os
amplio la información. Merece la pena conocerla. Esta estadística antes mentada
está perpetrada por Red de Soluciones para un Desarrollo Sostenible. En serio.
Y es un organismo de investigación multidisciplinar vinculado a la ONU. Ya
sabéis, la ONU es un edificio que está en Nueva York, uno con apariencia de
enorme caja de zapatos, y capaz de albergar a más personas que funcionarios
tiene la Diputación de Orense. ¡Que ya es decir! Para que os deis cuenta de lo importante que es
el tema solo os diré otra cosa: un funcionario de la ONU cobra cinco veces más
que un funcionario de la Diputación de Orense por hacer lo mismo: nada. Por
tanto, deduzco que hablamos de gente lista, además de preparada. ¿Y qué hacen los listos? Pues, informes. Una cosa muy de listos. Y si dicen que los finlandeses
son los más felices, lo dicen teniendo en cuenta factores como producto
interior bruto, ayudas sociales, esperanza de vida, libertad, percepción de la
generosidad o la corrupción y la calidad de vida. Vale. Dicha una cosa procedo
con la contraria: yo estuve allí, en Finlandia me refiero, y sí muy bonito. Es más,
sería de mi agrado volver a contemplar unas auroras boreales y al día siguiente
largarme con la felicidad a otra parte. Porque, hace tanto frío que no sé si
tendría un buen proceder si, por un casual, me encontrara de repente con Papá Noel; y como yo no soy de discutir, que
cuando engordo es por lo contrario y no por lo que pueda comer, preferible es marchar y
dejarlos disfrutar de tanta felicidad. Además, tanta felicidad no debe
ser buena. A las pruebas me remito. Los finlandeses son la nación de Europa con
la tasa más alta de suicidios. Así que, mejor no, no vaya a ser. Que les
aprovece a los fineses y un sentido hip
hip hurra por los funcionarios de la ONU, gente de valía y de gran preparación.
martes, 19 de marzo de 2019
Diario de un español emprendedor.
Lunes. No me ha tocado
la Bonoloto.
Martes. Hoy tampoco me
ha tocado la dichosa Bonoloto, en la
Quiniela he acertado ocho y para colmo el Euromillón ha ido para algún pérfido
inglés.
Miércoles. La Bonoloto
se me sigue resistiendo. ¡Cago en diez!
Jueves. Ni Bonoloto, ni
Primitiva, pero, eso sí, en la Lotería Nacional me han caído tres euritos.
¡Vamos, que nos vamos!
Viernes. Esto es un
sindiós: ni Bonoloto, ni Primitiva, ni el puñetero Euromillón, que ahora fue a
manos de un portugués. Habrá que insistir y no perder la esperanza, pues es lo
último que se pierde.
Sábado, sabadete. Hoy
tampoco hubo suerte, pues ni la Bonoloto ni la Primitiva ni la Lotería Nacional
estaban para mí.
Domingo, antes día del
Señor ahora de las tapas de callos. ¡Y tampoco! El Gordo no llevaba mis
números.
Nota a pie de página: acordarme
de que mañana tengo que ir a sellar el paro. Menudo día de trajín el que me
espera.
miércoles, 13 de marzo de 2019
Por la Ribeira Sacra.
Algunos urbanitas son
seres que en un momento dado de su vida tuvieron que cambiar la placidez de sus
remansos por mor de la falta de expectativas.
Los más afortunados de
entre estos seres regresan los fines de semana por sus antiguos predios prestos
siempre a la desconexión.
La llenada del bandullo
se hace obligatoria estando allí, y la
carga compulsiva del maletero con productos del lugar se vuelve indispensable.
Regresan después,
posiblemente en domingo, al nicho en el que
moran y vuelven a retomar sus quehaceres con bríos renovados. Y así
hasta que el futuro se oscurece y toca hacer el último viaje hasta ese otro nicho que en propiedad en la
aldea cada cual tuviere.
Testimonio doy de ello.
A mí tal prodigio me ocurrió durante años. Soy, por tanto, uno de los
innumerables afectados. Sé de lo que hablo.
Después perdí la fe,
quizá también el norte, me volví descreído y por razones que no vienen al caso,
sólo regresé a la parroquia que me vio
marchar con ocasión de entierros de gentes a las quise y que siempre viajarán conmigo, aunque de sus
caras ya no guarde ni memoria.
También es verdad que a
mí me gusta viajar. ¡Qué le voy a hacer, nací así! Con ese mal. Quizá sea,
aunque tampoco mucho sepa, porque los
que nacimos en un coche nacemos vacunados contra el mareo. Acaso fuere.
En todo caso, viajo. No lo que yo quisiera, cierto es, y aunque siempre estoy
yendo a algún sitio, o lo que es lo mismo, soñando con ir a algún lugar, quizás sea por
ver si me encuentro, me aclaro y por ver si tengo un buen día y me saludo.
Me pasa también cuando
con el mismo propósito entro en los bares a ver si estoy, y por increíble que
parezca a veces hasta me veo e incluso me saludo. Allí sentado en una mesa,
acodado en una barra, departiendo con el camarero. Siempre atento
a las historias de los más viejos, de esos que te hablan de
mujeres, de vinos ensoñados, de uvas de Mencía y de selecto Merenzao.
Sí, estuve en la
Ribeira Sacra. Otra vez. Tierra de eremitas, de afiladores, tierra
siempre de la chispa. Donde hay castros, donde hay mámoas neolíticas y monjes
que antaño gozaron de piscina repleta de pescados.
Sí, estuve en Santo
Estevo. Allá por aquellos lares, y fui feliz durante tres días paseando entre
robles y castaños, disfrutando de madroños, de espino albares, de la fragancia
de sus jaras y del suave discurrir de sus ríos. Del Sil que desemboca en el
Miño allá por los Peares y que sirve de bandera a nuestra Galicia. A nuestra Gaia
que, extasiada en sí misma, practica la viticultura llamada heroica por
aquellos riscos, que sobrevive entre bosques animados de castañas, entre
brumas, entre brezos y verdes prados.
Fue como regresar al
pasado. A los olores de las flores, a los efluvios de los figones, al dulce
trinar de los pájaros, a la visión de un tejón y a la huella del jabalí.
Todo ello sirvió de
acicate para el recuerdo de mi infancia perdida y de mí aldea olvidada. De
aquel sitio del que salí siendo aún un niño porque sí, porque el futuro no
pasaba por allí y porque tenía que salir al encuentro de la más hermosa de
entre las flores que de jara vienen siendo.
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